Todos hemos cometido, de forma puntual y todos excusables, algún pecado cotidiano. Que levante la mano el que no se ha escaqueado en la oficina alguna vez. Cuántas veces nos hemos saltado la dieta o, los más osados, el semáforo en ámbar. Aquella inoportuna caca del perro abandonada, aparcar en doble fila o, peor, en un vado o un lugar prohibido. Pequeños deslices adolescentes, mentiras piadosas a los padres o la teatralización de unas décimas de fiebre para no ir al cole. El hermano pequeño tenía la culpa de todo. Todo aquello prescribió, pero ahora las consecuencias de nuestros actos son incalculables.
Publicidad
A las primeras de cambio algunos se han lanzado a las calles irresponsables para tratar de recuperar un tiempo perdido que, no nos engañemos, no volverá jamás. Ya no somos los mismos, estemos en el nivel que estemos, vacunados o no. Nada volverá a ser igual. Sin embargo, ilusos o inconscientes, muchos han vuelto al pasado reactivando sus vidas como aquel 14 de marzo en el que cambió todo. Otros, resentidos u oportunistas, en lugar de buscar soluciones ponen todo su empeño en señalar culpables. Como si eso aportase o nos librase de una amenaza latente y que sobrevive sin más oposición que unas vacunas que no llegan para todos y la responsabilidad de cada uno.
Aunque la sociedad canaria ha sido ejemplar en los primeros días, ciertas actitudes avivan mis temores. Somos rehenes de una amnesia colectiva que nos hace tropezar constantemente con la misma piedra. Parece que no hemos aprendido nada. Pero ahora, sin estado de alarma ni toque de queda como coartadas, la culpa solo será nuestra. La libertad que tanto echamos de menos no debe confundirse con libertinaje. Somos libres para decidir sin hora exacta para volver a casa, pero esa libertad también debe estar condicionada por las consecuencias de nuestros actos y excesos.
Vivimos en una sociedad desmemoriada y cortoplacista en la que todavía existen ciudadanos que mean en las calles, rompen mobiliario urbano, ensucian la vía, o salen a emborracharse y celebrar el fin de un estado de alarma que ha salvado muchas vidas. Y aún más grave, lo justifican. Por ello debemos denunciar todos los actos vandálicos, incívicos e irresponsables que veamos, más ahora que parece que volvemos a ser libres. O eso parece. Ya habrá tiempo de pasar facturas en las urnas, ahora depende de nosotros, de todos, que juntos, con solidaridad y responsabilidad, ganaremos tiempo al futuro.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión