En este año en el que andamos se conmemora el centenario del nacimiento de Leandro Perdomo, casi con toda seguridad, al decir de los más entendidos, el mejor cronista de Lanzarote y uno de los más destacados de las islas. Fue un extraordinario narrador que retrató cuanto contempló con una prosa en la que sobresalía su robustez, ironía y ausencia de retórica vocinglera, algo abundante en su época, como decía Ventura Doreste.
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Su estudiosa, María Dolores Rodríguez Armas, refiere que F. Lope-Zedda lo integró en lo que él bautizó como la 'Generación del 45', año en que se publica la novela de Víctor Doreste 'Faicán', con la que se inicia una nueva era de oro de la literatura canaria que rompe moldes frente a lo rutinario y convencional en el desierto literario isleño de aquellos lustros y de la que son valores destacados, además de Víctor Doreste, Ventura Doreste, Servando Morales, Pino Ojeda y Leandro Perdomo,
Y este año en el que andamos se conmemora el 110 aniversario de la creación del Mercado del Puerto, la Plaza, que es «plaza de mercado por dentro y por fuera es faro, circo, bolsa, comercio, farmacia, clínica y museo», como la describiera Leandro Perdomo en unos de sus artículos incluidos en el libro 'El Puerto de La Luz. Tipos y estampas', publicado, con dibujos de Manolo Millares, en 1955. Buena coincidencia conmemorativa, pues, para recomendar la lectura de uno de nuestros grandes cronistas y para sumergirse en la historia y en el presente del Mercado del Puerto, testimonio vivo del crecimiento de una ciudad que irrumpió en la modernidad cuando decidió crecer extramuros y hacerse cosmopolita, cobijando a barcos y gentes de todas las banderas, allí donde hay «mar y muelle aquí, mar y playa allá».
En ese Mercado del Puerto, decía Leandro Perdomo, «hay de todo. Té de Ceylán, un palito para el catarro, que se chupa; una pomada rara, una aspirina inglesa, penincilina, una gabardina chilena o peruana y una radio sueca».
Hoy, siendo distinto, conserva el aroma que siempre tuvo. Paseen entre sus puestos y embriáguense del ambiente que transmite el espacio, ahora con hermosas y cautivadoras fotos que nos retrotraen a las épocas de antaño, bajo esa estructura de hierro forjado y una luminosa bóveda, que lo hacen único en toda Canarias. El que allí vaya, también ahora, será testigo de un «espectáculo humano, palpitante, vivo». Porque, palabra de don Leandro, ¿qué sería de Las Palmas sin su puerto?
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