EFE
Tribuna libre

Aunque saben y pueden, no lo hacen: aletrados

Juan Manuel Chávez

Director del Grado en Comunicación de la Universidad del Atlántico Medio

Martes, 26 de noviembre 2024, 22:53

Las personas letradas están determinadas por la escritura, con un conocimiento e ilustración vinculados a sus libros; por contraste, el iletrado se sitúa en el ... ámbito del analfabetismo y carece de instrucción. En medio de ambas nociones (letrado en un extremo e iletrado en el otro), situaría a todos los que no leen, aunque saben y pueden hacerlo. Dado que no existe en los diccionarios ni en los manuales del idioma una palabra para señalar esta incongruencia en la formación y la cultura, mi propuesta sería identificarlos como aletrados.

Publicidad

El prefijo 'a' se emplea para señalar la negación o la falta de aquello que se nombra con el vocablo principal (mientras el añadido de la «i» es para señalar lo contrario); por ende, entre letrado e iletrado: aletrado. El aletrado es quien, ante un libro de regalo, considera la opción de abandonarlo (quizá bajo la pata coja de una mesa, por darle una utilidad práctica); el aletrado es quien, ante un tratado primordial de su disciplina, considera la opción de rehuirlo (quizá con el anhelo de hallar un resumen que minimice sus tareas). El aletrado es aquella persona que opta con orgullo o con vergüenza o con indiferencia o con menosprecio o con dudas, pero que opta por no leer.

Advierten los autores de 'El libro contra todo lo demás' (Cerlalc, 2024): «mal haríamos en desconocer que estamos asistiendo a un profundo cambio de paradigma, en el que ni el libro ni la industria se encuentran en un lugar cómodo».

Es verdad; sin embargo, la lectura es una afable expresión de incomodidad con la realidad y en todo lector anida un inconforme. Es una rebeldía quieta de personas sentadas. Con todo, hablar de aletrados es hablar de quienes se niegan a confrontarse con el lenguaje escrito.

Publicidad

La gente que deja pasar la oportunidad de esclarecer su humanidad con la lectura, desconoce la riqueza de practicar un ocio fértil, con lo que implica de valor simbólico la fusión de esparcimiento y aprendizaje. No todo es ni puede ser rentabilidad monetaria y ganancia material.

Tanto por fértil como por ocio, la lectura brinda múltiples beneficios, desde uno tan obvio como domesticar la relación que establecemos con el tiempo: frente un libro, toca rendirse ante su imperio de palabras que van de izquierda a derecha y de líneas que se organizan de arriba abajo, página tras página para que habitemos en un universo de creatividad e imaginación que trascurre al ritmo sosegado de la reflexión.

Publicidad

Además de muchas virtudes, la lectura es un antídoto contra las prisas, una instructora de hábitos o rutinas y una maestra de la paciencia. Y el aletrado —¡corran la voz!—, se lo está perdiendo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Regístrate de forma gratuita

Publicidad