Pilas a domicilio

Por tanto, es de suponer que estamos en condiciones de acceder a casi todo, desde el punto de vista meramente material, sin necesidad de poner un pie en la calle. Y aunque entiendo que tiene su parte positiva, valorando que el umbral de la urgencia puede ser muy particular; me temo que hay igualmente una carga negativa de alto rango.

Si uno se acostumbra a que te lo den todo hecho, se arriesga a tener que pagar de más por norma por cualquier producto que adquiera. Y a mayor gasto, lógico que exista necesidad incrementada de ingresar.

Si uno se acostumbra a encerrarse cada vez más entre cuatro paredes, de inmediato se verán mermadas las opciones de socializar. Y como añadido, caminaremos menos y tenderemos a dejar el ejercicio físico para el deporte televisado y las series en las tabletas y teléfonos. Consecuencia directa, más riesgo de tener taras en cuanto a la salud, tanto física, como mental.

Buscar el pan, comprar el periódico de papel o adquirir una caja de tachas han sido ejercicios cotidianos para ayudarnos en la práctica de convivir más y mejor en comunidad, con el comercio de proximidad retroalimentando el ciclo de la comunicación entre las personas.

Así las cosas, cuando me precise de un par de pilas, seguiré saliendo a tocar a la puerta del vecino.