Volvió a pasar, y ya es todo un clásico, como el turrón, el décimo de lotería o los brindis. Ayer, una serie de accidentes de ... tráfico en la GC-1 volvieron a paralizar, por completo, Las Palmas de Gran Canaria durante horas, con un tapón de dimensiones épicas en la salida de El Sebadal, La Isleta una ratonera y los coches en dirección sur, durante horas, acordándose de todo un poco, y no precisamente de manera muy afectiva. Porque si a las compras navideñas le sumamos el movimiento habitual de estas fechas, el gran número de coches que habitan en la isla, y los siempre desgraciados accidentes, el resultado es el caos, el colapso total.
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Lo de ayer fue peor aún, pues una guagua de Global sufrió un accidente grande, en hora punta de salida del puerto y del polígono industrial, y las consecuencias tan grandes como nefastas. Una auténtica pesadilla que aún se notaba a última hora de la tarde, donde todavía el ritmo del tráfico era discreto, por utilizar una palabra suave.
Este problema crónico, instalado desde hace muchos años en la ciudad, es motivo de debate cada cierto tiempo, con medidas teóricas que nunca se llevan a cabo, o con la promesa de que la Metroguagua, si es que algún día la vemos rodar, volar o lo que quiera que haga, acabará con todos nuestros males en la carretera. Entiendo que es un asunto de compleja solución, pero urge afrontarlo, consensuar y hacer algo.
Nos esperan muchos días de nervios al volante, de trayectos eternos. Y como la fantástica película de Tim Burton, esto es una pesadilla antes de Navidad, pero también durante, y hasta el más allá.
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