Cuando existía el turismo, en un mundo cercano en el tiempo pero que ahora nos parece imposible de recuperar, la gente que iba a Nueva York se apuntaba a subir a la Estatua de la Libertad. No fue mi caso. Rarezas que tiene uno. En su lugar, preferí acercarme al museo sobre la inmigración que hay en la isla de Ellis, o sea, donde mismo está la señora con la corona y la llama en sus manos que es un icono de la ciudad estadounidense y, en gran medida, de todo Estados Unidos.
Publicidad
Ellis fue durante muchos años la parada de la inmigración a Estados Unidos. De la regular y de la irregular. Allí acaban los inmigrantes, allí se les examinaba sanitariamente, se comprobaban sus documentos si es que los tenían, se les sometía a cuarentena y luego, si se superaban los filtros, se les daba visado para entrar en el país. Los que conseguían después se buscaban la vida, que para eso iban.
Lo que pasó intramuros en Ellis difícilmente pasaría ahora el corte de la exigencia en materia de derechos humanos. Pero por eso mismo es recomendable la visita al museo, pues ayuda a recordar de dónde se venía y a dónde se llegó. Respecto a ese pasado, los que montaron el centro no fueron precisamente indulgentes con los americanos en cuanto a la importación masiva de mano de obra esclava para trabajar a destajo en el campo y en otras faenas.
El ejemplo viene al pelo porque en pleno siglo XXI el muelle de Arguineguín no puede ser una isla de Ellis del siglo XIX. Que es más o menos en lo que se ha convertido. Porque además resulta que si hay un país en Europa que precisa de inmigración, dado su progresivo envejecimiento y la ausencia de trabajadores para ciertos empleos, es precisamente España. ¿Os e nos olvida que en plena pandemia hubo que buscar una solución para que en algunas autonomías de la península se permitiese el tránsito de migrantes para hacer de temporeros en el campo? Pero que tampoco se nos olvide que en pleno siglo XXI no es de recibo que esos empleos temporales estén rodeados de condiciones salariales, alojativas y asistenciales propias del XIX.
En ese sentido, tiene más razón que un santo el Círculo de Empresarios de Gran Canaria con el diagnóstico que hizo público ayer:nos han dejado solos con este problema se está olvidando que donde solo se ve un problema puede haber una solución.
Publicidad
Por cierto, ahora que el turismo no existe, se puede visitar la web del museo de la inmigración de Ellis. Aporta bastante luz.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión