A los que somos futboleros en cualquiera de sus modalidades - de botas puestas o de sofás al hombro- nos suena el nombre de Peter Crouch. Espigadísimo y delgaducho jugador inglés de ¡¡2,01 metros!! de altura que, en la posición de delantero, jugó en los últimos veinte años, en equipos señeros de la Premier League, tales como el Tottenham, Aston Villa o Liverpool, entre otros.
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Con Pedro Agáchate (que vendría a ser la traducción de Peter Crouch -menuda contradicción-, dada su altura para ser futbolista), sucedió al inicio del verano pasado de 2020 en que todos estábamos confinados, que, nada más y nada menos, que la muy británica BBC decidió elaborar y emitir un programa llamado 'Save Our Summer' ('Salvemos nuestro verano'). Siendo el loable objetivo del programa el de convertirse en divertido sustituto televisivo de todas las competiciones deportivas, eventos culturales, conciertos de música, etc., que tuvieron que cancelarse por culpa de la pandemia. Con Crouch de simpático presentador.
El acrónimo o iniciales de Save Our Summer es S.O.S., que todos asociamos a la llamada de socorro en caso de emergencia. Y que si bien el origen del S.O.S. de auxilio en realidad no tiene significado, -al ser creado a partir del código morse (tres 'piii's cortos, tres largos, y otros tres cortos)-, hay investigadores que defienden que el significado de S.O.S. también tuvo origen británico, traduciéndose como Save Our Ship (Salven nuestro barco) o, incluso, Save our Souls (Salven nuestras almas). En este último caso, probablemente porque el barco ya se iba a pique, y sólo quedaba rezar.
Conscientes de que nuestro buque económico insignia, el turismo, lleva literalmente varado desde hace ya un año, se entremezclan en este inicio de 2021 los sentimientos encontrados respecto a que, de un lado, nuestra economía está muy tocada -aunque no hundida-, con una inasumible cifra de desempleo, de cierre de empresas y de pomposos anuncios acerca de supuestas ayudas para que nadie quede atrás que quedan en eso, en pompas de jabón que se desvanecen en el aire.
Pero, por otro lado, poniendo todas nuestras esperanzas de recuperación sanitaria, social y económica en ese ansiado proceso -lento, pero real- de vacunación. De una milagrosa vacuna -da igual la marca, las dosis o el congelador- conseguida por la comunidad científica en un tiempo récord. Para que haya luego quienes sigan negando la importancia de priorizar presupuestariamente todo lo concerniente a la investigación, el desarrollo y la innovación. Ya saben, el conocido como I+D+i. De aplicación a cualquier ámbito en pro del beneficio general de la sociedad. En lugar, por ejemplo, de crear estructuras gubernamentales elefantiásicas, babysitters incluidas, a costa del erario público.
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En prospectiva, les refería hace unas semanas que, ante el mix de evolución de la pandemia, las aún severas restricciones, los ritmos de vacunación, las incertidumbres empresariales y económicas, etc., en todos nuestros principales mercados emisores (España peninsular, Reino Unido, Alemania, Escandinavia, etc.), la lógica y 'matemática' apuntaría a que sería el próximo otoño cuando pudiéramos comenzar a vislumbrar los primeros brotes verdes de la tan ansiada y necesaria reactivación turística. Y del empleo.
Pero sin descartar que incluso en los meses centrales de verano, pudiéramos experimentar alguna que otra simbólica llegada de turistas, modo preparatorio de cara al otoño-invierno. Porque este paciente en coma que es el Turismo empieza a transmitir alguna que otra ínfima pero esperanzadora señal de vida, movimiento de párpado, y de ganas de despertar y de luchar.
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Recientemente, desde Iberia se informaba a la Consejería de Turismo del Gobierno canario acerca de su previsión de programar, para los meses de verano, unos 140 vuelos semanales entre la península y el archipiélago. Siempre que la evolución de la pandemia no lo impida. Lo cual se traduciría en unos 25.000 asientos de avión a la semana con destino a nuestras islas. O lo que es lo mismo, 100.000 plazas al mes.
En Alemania, FTI, el tercer turoperador en importancia del país germano, también considera que, si la situación sanitaria lo permitiera, estaría en disposición incluso de poner en el escaparate la venta de algunos vuelos y viajes a Canarias. ¡Incluso para la inminente Semana Santa!, aunque esto, hay que reconocerlo, ya es 'mucho pedir'.
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En Madeira ya se han vuelto a anticipar como destino turístico europeo también de referencia, apostando ahora por la aceptación -sin exigencia de tests PCR- de viajeros que porten el denominado 'pasaporte sanitario', que verifica que el viajero está inmunizado contra el Covid-19, tras haber sido vacunado o tras haberse recuperado de la enfermedad. Estableciendo así 'corredores verdes' para todos los turistas fuera ya de peligro respecto al coronavirus. 'Corredores verdes' que yo, personalmente, prefiero denominarlas RARE (en inglés, lo extraño, lo no habitual), Rutas Aéreas de Reactivación Económica. Porque harto ya de tantos semáforos y colores, de colores se visten los campos en la primavera; y porque de colores son los pajarillos que vienen de afuera, que dice la canción.
Archipiélago hermano el de Madeira, región atlántica, ultra-periférica y europea - sí, europea, como nosotros- que vuelve a dar ejemplo de visión turística estratégica. Y que avalada por el gobierno portugués, vuelve a demostrar su 0 miedo a Bruselas. Como ya hiciera desde julio de 2020 con respecto a los controles sanitarios, preparación de sus instalaciones aeroportuarias y exigencia o realización de tests de coronavirus a todos los viajeros que aterrizaran en Funchal, ya fueran portugueses o extranjeros. Lo cual reseño no sea que al o a la lumbreras de turno en Madrid se le ocurra volver a espetarnos lo de «Bruselas no nos deja, Bruselas no lo permite» en caso de que nos unamos al criterio madeirense, que deberíamos. Que, si no, capaces son de volver a llevarnos ante el Consejo de Estado, y de ahí, al Constitucional.
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En el Reino Unido, apuntando ya a casi 20 millones de vacunados, empiezan a tener también la esperanza de reactivar lo antes posible su importantísimo sector turístico emisor (líneas aéreas, agencias de viajes, touroperadores) en cuestión de pocos meses. Poniendo sus miras e intereses de negocio en España, Portugal, Italia, Grecia y Turquía. Sobresaliendo, claro está, en el ramillete de destinos turísticos, el cartel de nuestras Islas Canarias como destino preferente objeto de deseo.
Y de vuelta al Save Our Summer televisivo con el que les ilustraba al inicio de este artículo, hace escasas fechas el sector turístico británico ha hecho suyo ese mismo mensaje con el añadido de 'Give us a break, Boris, #SaveOurSummer and you'll save 2,4 million jobs' ('Danos un respiro, Boris. Salvemos nuestro verano, y tú salvarás 2,4 millones de puestos de trabajo'). Una impresionante campaña de presión de las empresas turísticas y hosteleras británicas para la reactivación económica. Empresas británicas que, antes de la pandemia, generaban anualmente en su conjunto, ingresos superiores a 11 mil millones de libras esterlinas -unos 12.700 millones de euros-, relativamente próximos a los 15 mil millones que venía aportando cada año nuestro Turismo al Producto Interior Bruto de las islas.
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En la magnífica película británica 'El paciente inglés' (galardonada con hasta 9 Óscar en 1996), el protagonista principal yace en un hospital de campaña de la II Guerra Mundial, afectado por graves quemaduras. Desconociendo, incluso, su nombre el personal sanitario que le atiende. Y sólo sus recuerdos van permitiendo al espectador conocer qué situaciones vitales anteriores conducen al protagonista a encontrarse en tan mal estado en ese hospital de guerra.
En uno de esos primeros viajes mentales al pasado, el protagonista recuerda que era un experimentado arqueólogo y que formaba parte de una expedición al Sáhara con la que había conseguido un gran logro arqueológico, la Cueva de los Nadadores, una antigua cueva subsahariana de tiempos prehistóricos que contenía representaciones de figuras en posición de nado.
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La misma posición (y sensación) de nado, en nuestras playas y en nuestro Atlántico, que anhelan ahora mismo miles de turistas por toda Europa. Porque la paciencia, viajera, tiene un límite. Y en el caso del Reino Unido, el inglés de a pie ya está muy impaciente. Impaciente por volver a Canarias.
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