La asociación Salsipuedes ha vuelto a superar las expectativas. La representación de 'El Rubio de Arucas. El silencio de un pueblo' no solo colgó en ... pocas horas el cartel de entradas agotadas, sino que casi les ha obligado a encajar dos funciones extra y hasta una tercera para atender, siquiera en parte, el interés que ha suscitado.
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En esencia, estos maestros del teatro popular recrean cómo esta ciudad norteña vivió aquellos días de octubre de 1976 en que decenas de policías rastrearon casas y fincas del municipio a la caza y captura de uno de sus vecinos, Ángel Cabrera Batista, apodado 'El Rubio', al que acusaban del secuestro y asesinato del tabaquero Eufemiano Fuentes.
Su mérito ha estribado en intentar ponerse en la piel de aquel pueblo, que entonces y durante años calló lo que sintió y lo que pensó. Pero esta apuesta no ha estado exenta de debate. Incluso en la redacción de este periódico. Un sector se ha puesto en la piel de la familia de 'El Rubio' y se ha preguntado hasta qué punto ha sido necesario hacerle revivir un calvario así, más allá de que se crea o no en la culpabilidad de Ángel Cabrera.
Y es comprensible. No hay nada más humano que empatizar con el dolor ajeno, máxime cuando ese dolor lo siente quien vive a dos pasos de tu casa. Es fácil ponerse en su piel. Pero lo que hace este caso diferente a otros está en la figura de 'El Rubio', por todo lo que rodeó al caso, por la etapa histórica en que se produjo, por la trascendencia nacional que tuvo y por su prolongada fuga de la justicia española.
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El personaje sepultó a la persona y su leyenda se ha convertido en patrimonio de la memoria colectiva no solo de Arucas, sino de toda la isla y también de Canarias. Ángel Cabrera es ya un poco de todos. No solo de su familia.
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