A los múltiples atractivos, de todo tipo, que siempre justifican una visita a Sevilla, estos días se le suma una cuidada y completa exposición, 'Los ... Machado. Retrato de Familia'. La muestra, organizada con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Manuel Machado y el de su hermano Antonio el año que viene, hace un recorrido por la vida y el legado de estos dos literatos e intelectuales del siglo XX español a partir de lo que, a su vez, ambos heredaron de su entorno familiar, desde sus abuelos a sus padres. Merece la pena. Por lo que cuenta, por cómo lo cuenta y por lo que supone en el contexto de marejada social y política en el que vivimos. Tras décadas manoseados por el maniqueísmo chapucero y cainita de las dos Españas, la exposición desnuda la fraternidad de sus relaciones, que siempre estuvo por encima de sus legítimas diferencias ideológicas. Uno era de derechas, sí, y otro de izquierdas, pero eso ni los convirtió en enemigos ni les impidió que se dedicaran manifestaciones públicas de mutua admiración. Sin embargo, ambos fueron y han sido víctimas de esa maldita pulsión fratricida de los españoles. Cada uno ha sido enaltecido o envilecido por el bando supuestamente contrario, con más o menos intensidad, según la época. Mucho me temo que, de seguir vivos en la actualidad, se habrían visto sometidos a la misma tortura. Aquella España que echó como agua sucia a Antonio está tan presente como la que demonizó y despreció a Manuel por intentar sobrevivir en la Dictadura. La visita a la exposición se antoja un chute de oxígeno en mitad de una crispación irrespirable: en algún lado queda esa tercera España que ve más allá de rojos y azules.
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