En política se dan casi tanto las buenas como las malas artes, y entre estas siempre estuvo y ha estado muy presente en Canarias una ... práctica que por momentos parecía incluso autóctona: las cascadas. Eso valía para los pactos, pero también para las censuras.
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Si dos partidos se asociaban a escala regional, por lo que fuera, porque coincidían en sus programas o porque daban los números para propiciar un cambio y sacar de la poltrona al de toda la vida (ambas razones son igual de legítimas y democráticas), entonces se imponía una telaraña de matrimonios impuestos, de arriba a abajo, por simple y pura conveniencia de los gerifaltes. Semejante costumbre propiciaba alianzas antinatura que luego derivaban en problemas de gestión en los municipios afectados.
Pero pasaba también con las rupturas. Si el amor se rompía por arriba, entonces los divorcios caían en cascada, por mucho que a otras escalas la cosa hubiera ido razonablemente bien.
Algo deben haber madurado en cierta parte de la política canaria como para que se hayan dado cuenta de que las cascadas, en Iguazú o las del Niágara. En Canarias, si acaso, caideros, y llevan bastante menos agua, por lo que la fuerza del arrastre no es tanta, y se nota.
Por eso entiendo lógico y sensato que las censuras que estos días han ido gestándose en municipios tinerfeños no hayan afectado al Ejecutivo regional pese a que los partidos involucrados en las rupturas sean los mismos que son socios a escala regional.No es sano que los políticos se repartan las instituciones como si fueran cromos. No cabe el ojo por ojo. Por respeto a la ciudadanía. Y a las buenas artes en democracia.
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