Es viejo el debate de lo injusto que resulta que los deportistas de élite tengan sueldos astronómicos. Las barbaridades que llegan a cobrar los Messi, Cristiano o Neymar de turno alcanzan lo obsceno si se compara con profesionales como médicos, investigadores, científicos u otros empleos de los que dependen, directamente, nuestras vidas. Pero al final este es el capitalismo, si lo generas no hay mucho más que discutir. Más allá de subir los impuestos a las rentas altas, poco se puede hacer aunque resulte incoherente que alguien gane miles de euros al día por darle patadas a un balón cuando hay otros que se desloman en jornadas de 12 horas por mantener a una familia y ni así llegan a final de mes.
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Y a este manío debate, se ha sumado últimamente los youtubers. Hablo también de los gamers, tiktokers, instagramers y resto de influencers que consiguen amasar a un séquito de seguidores gracias a habilidades varias a través del ordenador. Con ellos volvemos a lo mismo, de lo poco que se necesita para acumular dinero y ganar fama si se da con la tecla adecuada. Y, precisamente, en ese ingente número de fieles está el otro peligro. El Rubius fue vilipendiado por su cambio de residencia a Andorra para ahorrarse unos cuantos miles en tributos. No hizo nada ilegal, pero sí moralmente reprochable. Pero lo que me preocupa es el ejemplo para los más pequeños. Les toman como modelos a seguir y aspiran a llegar a ser como ellos, a tener un modo de vida en la que la formación no es necesaria y las virtudes se limitan al desparpajo, habilidad con la consola o contar con relaciones influyentes. Aprenden que la ética y los valores son poco rentables.
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