Hace unos días la Plataforma para la Atención Temprana compareció ante la Comisión de Sanidad del Parlamento de Canarias, comparecencia, por cierto, que acumulaba meses de retraso por decisión de la propia cámara.
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Se trataba de dar cuenta del nivel de ejecución de la Ley de Atención Temprana, aprobada con el voto favorable de todos los partidos en noviembre de 2019 y de la que debieran beneficiarse 9.000 niños de todas las islas. Sin embargo, lo que allí se hizo realidad fue un nuevo paripé de los no pocos que acostumbran a verse en la sede parlamentaria.
Los portavoces de la plataforma, que desde hace cinco años viene denunciando que Canarias acumula un retraso sangrante en la atención a esta realidad, no en vano ha sido la última comunidad en prestar este servicio que otras autonomías iniciaron en el 2000, dieron cuenta de un sonrojante correlato de incumplimientos que pone en negro sobre blanco la discriminación que sufren 9.000 chiquillos.
Los representantes de los grupos políticos escucharon cómo a día de hoy solo se han creado dos de la once unidades previstas en la Red Pública de Atención Temprana contemplada en la ley; e, igualmente, cómo no se acata el artículo 11 que obliga a una derivación inmediata de un menor con dificultades en su desarrollo o riesgo de padecerlo a una unidad especializada; tampoco se cumple con el artículo 12 que obliga a que los profesionales asignados reúnan los requisitos requeridos.
Lo mismo ocurre con el artículo 15, que obliga a la coordinación interdisciplinar y el 16 que mandata la creación de una comisión técnica que debiera desarrollar el plan integral, establecido en el 17.
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La aprobación de la ley generó muchas expectativas entre las familias de esos 9.000 críos que precisan atención temprana para su mejor desarrollo. Un derecho. Y, por fin, parecía que nos poníamos en sintonía con el resto de comunidades. El gozo en un pozo.
La Administración no cumple la ley. Ahora que tanto se habla de ejemplaridad. Toma dos tazas. Lo sorprendente es que los representantes de todos los partidos políticos reconocieron los incumplimientos, se atrevieron a aplaudir el trabajo de la plataforma y agradecieron su existencia, en otro ejercicio de cinismo y poca vergüenza tan común en la política. Menos palmadas en la espalda y más cumplimientos. Si hay plataforma es por la ineptitud e ineficacia de los administradores públicos.
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