Del Director

Terremoto

Las imágenes de Marruecos hablan de la fragilidad de las condiciones de vida

El seísmo en Marruecos tiene graves consecuencias. Para empezar, evidentemente, está la pérdida de miles de vidas humanas y esas otras miles de personas ... que se encuentran en la calle porque se han quedado sin un techo bajo el que guarecerse. O porque no se fían de la techumbre bajo la que vivían.

Publicidad

Las imágenes hablan por sí solas y, de paso, reflejan la fragilidad de las condiciones de vida a solo un puñado de kilómetros de este Primer Mundo que por suerte nos tocó vivir. Lo digo no tanto por los daños en Marraquech (que también), sino por esos pueblos del interior que han quedado literalmente arrasados, municipios cuyos habitantes sobrevivían con lo justo y que han perdido esas pocas cosas que les mantenían a flote.

En cuanto al propio Marraquech, su condición de icono turístico de Marruecos deriva en un golpe inevitable a la imagen exterior y su capacidad de atracción de visitantes. Me puedo imaginar la cantidad de cancelaciones de reservas que se han producido y la bajada de precios que tendrán que hacer aerolíneas y operadores turísticos para seguir captando clientes. Y todo ello supone pérdida de rentabilidad en un país y en un sector donde el reparto de los ingresos se parece muy poco al que (por suerte) tenemos aquí. ¿Podrá remontar Marraquech? Si miramos al pasado y recordamos que tuvo que hacer frente a los estragos de un sangriento atentado terrorista, pues es evidente que la respuesta es afirmativa, pero le llevará tiempo y dinero.

Con todo ello, si antes había motivos para que una parte de la población marroquí mirase a los países vecinos como el destino deseado para una emigración por la vía rápida, ahora los argumentos se amontonarán. Y en esos pueblos del interior arrasados por el seísmo, el joven al que se manda a subir a una patera se convierte en casi la exclusiva fuente de ingresos para la familia y para toda la comunidad.

Publicidad

Sobran razones para echar una mano a Marruecos en su reconstrucción. Y lo digo a sabiendas de que es un vecino complejo, con unos patrones políticos, sociológicos y culturales muy diferentes a los nuestros, pero los vecinos son como los hijos: no se eligen; te tocan en suerte y hay que manejarse con ellos. El carácter casi teocrático de la monarquía marroquí tampoco pone las cosas fáciles, pero ahora no está en juego salvar a Mohamed VI, sino echar una mano para que un país golpeado por una desgracia no se hunda. Porque si cae en el pozo, los efectos irán más allá de sus fronteras. Así que, incluso por egoísmo, ayudemos; si es por humanidad y solidaridad, mejor aún.

Este contenido es exclusivo para registrados

Regístrate de forma gratuita

Publicidad