No habrá tregua en la política nacional y no la habrá por ninguno de los dos bandos. Este lunes el Partido Popular anunció que su ... nuevo portavoz en el Congreso será Miguel Tellado, persona de confianza de Cuca Gamarra y si a alguien le parecía que ella era demasiado dura en su labor de fiscalización al Gobierno, que se prepare para Tellado, que no es precisamente integrante del Ejército de Salvación.
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Casi al mismo tiempo, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llevaba al Tribunal Supremo la llamada guerra del agua. Esgrime la dirigente madrileña que el Gobierno de Pedro Sánchez quiere «asfixiar» a los madrileños a base de restricciones en el consumo de agua procedente del Tajo, de manera que judicialización el plan de uso de ese río. Sin entrar en el fondo de la cuestión, es evidente que hay una estrategia para batallar contra cualquier decisión y también para buscar el amparo de los tribunales. Y Díaz Ayuso lo va a hacer un día sí y otro también: después de todo, si es capaz de llamar lo que llamó al presidente del Gobierno para después hacer de ello una chanza con bastante poca gracia pero que recibe el aplauso de muchos madrileños y de los medios que la apoyan, pues lo de pleitear por sistema es casi una oposición de salón.
En cuanto al lado gobernante, Sánchez ha llevado al Gobierno a un mix de consejeros de guante blanco y otros de guante de boxeo. Sobresale entre estos últimos Óscar Puente pero preparémonos para un Grande Marlaska al que casi todos creíamos amortizado y que ahora se ve fortalecido con su continuidad en el cargo. A ellos se une María Jesús Montero, que no necesita ser espoleada por terceros para cargar contra la oposición. Y por si fuera poco con ellos, están los ministros de Sumar, con Yolanda Díaz y su verbo flamígero y también la nueva ministra de Sanidad, Mónica García, que ya ha demostrado en la Asamblea de Madrid que no le tiembla el pulso a la hora de mantener un duelo dialéctico con Díaz Ayuso o con quien se tercie.
En ese fuego cruzado, empiezo a pensar que el ministro canario puede sentirse algo incómodo. No va con Ángel Víctor Torres perder el respeto a los contrarios y ojalá no se contagie de ese ardor guerrero dialéctico tan inútil.
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Andamos sobrados de palabras gruesas y escasos de soluciones prácticas. El precio del aceite de oliva no va a bajar por mucho que unos y otros se descalifiquen. Quizás lo haría si dedicasen tanto esfuerzo a sentarse y buscar juntos soluciones.
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