Vivimos una etapa apasionante desde el punto de vista informativo. Pero también vivimos días que, además de agotadores, dejan la sensación de que están colocando ... al país en una especie de parálisis política y administrativa que solo contribuye a que la ciudadanía se cargue de razones para mirar hacia otro lado.
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En este frenesí informativo, este miércoles nos hemos encontrado con otro episodio también sin parangón: el presidente utiliza una red social para lanzar una carta a la ciudadanía en la que dice que cancela su agenda para abrir un proceso de reflexión que lo mismo desemboca en su dimisión o ya veremos en qué. El motivo es haberse desayunado con la noticia de que su esposa está inmersa en diligencias judiciales por una denuncia presentada por Manos Limpias, una organización con un pasado y un presente poco edificantes, pero eso no impide que tenga intacto su derecho de ir al juzgado.
Vayamos por partes: Sánchez y su esposa tienen todo el derecho a indignarse pero sorprende que no vieran venir lo que ha pasado. Me explico: en España la esposa del jefe del Gobierno no goza de inmunidad y menos aún de inviolabilidad judicial. De manera que está expuesta a que cualquiera vaya a comisaría o al juzgado y presente una denuncia si así lo considera. Esa actuación tiene que pasar un primer filtro, que es la admisión a trámite, pero ahí el margen de 'benevolencia' de los órganos judiciales es bastante amplio, de manera que lo previsible era que acabase llegando el asunto a un juzgado. El titular del mismo abre diligencias, que es lo que ha ocurrido, y ya veremos qué pasa.
Después hay otro plano: el uso político de la denuncia. Ahí tampoco puede el presidente hacerse el sorprendido. No se trata de hacer comparaciones odiosas, pero si el PSOE dio por bueno hace unas semanas una información -después desmentida y rectificada por el medio que la divulgó- que apuntaba a la pareja de Núñez Feijóo, ¿por qué el PP o cualquier otro partido no iban a hacer lo mismo con Begoña Gómez y su esposo? Los ventiladores dan aire, o lo que se tercie, en todas direcciones; solo es cuestión de cambiarlos de sitio. Y Sánchez debería saberlo.
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Dicho lo anterior: es evidente que el presidente y su esposa son personas, tienen sentimientos, alegrías y padecimientos. Eso hay que ponerlo en la balanza. Pero por eso mismo espero que lo anunciado por Sánchez no sea una estrategia partidista, pues, además de inmoral, sería poco edificante desde el punto de vista democrático. Lo sabremos el lunes.
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