Se estrena esta semana la última película de Santiago Segura, actor metido a director que, tras la saga de Torrente, se está haciendo oro con ... un cine concebido claramente para todos los públicos. Es más, básicamente para el público infantil pero con sus padres pagando la entrada y sentados junto a los pequeños.
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Sí, hablamos de cine. Eso que todavía se ve en pantalla grande, si bien es cierto que más pronto que tarde acaba llegando a la pequeña pantalla, tanto la televisiva como en tabletas y móviles, primero porque la mayoría del cine que se produce hoy en España tiene detrás a cadenas televisivas y, en segundo término, porque el consumo masivo de producciones audiovisuales se hace a través de plataformas y, por tanto, asumiendo que el espectador ve lo que quiere, cuándo quiere y dónde quiere.
En estas semanas de promoción, Santiago Segura ha tenido que enfrentarse a entrevistas donde se le preguntaba si no sentía algo de pudor por entregarse a ese cine comercial, en especial porque sus antecedentes venían de otro lares. De entrada no deja de ser curioso el enfoque, que creo que parte de cierta ignorancia. ¿O no era cine comercial 'El día de la bestia', dirigida por Santiago Segura, con Segura como coprotagonista, filme que ayudó a catapultarlo al estrellato y crear un personaje que él mismo moldeó? ¿Y no fue comercial que, tras el éxito del primer Torrente, el cochambroso personaje acabara convertido en centro de una saga?
El cine supuestamente comercial que ahora se le echa en cara a Segura lo tenemos en Francia a mansalva y nadie se escandaliza ni pide cuentas a directores y actores. Del país galo llegan a nuestras pantallas películas de autor, superproducciones y también películas que buscan el mayor número de espectadores posible. Eso es lo que hace industria, eso es lo que da de comer a mucha gente y eso, también, es lo que garantiza la supervivencia del sector, pues se engancha al público desde pequeño y hay cierta garantía de que con el paso del tiempo una parte de ellos sigan viendo cine. En pantalla grande, mediana o minúscula, pasando por taquilla o pagando el abono a la plataforma de turno, porque eso es ya casi lo de menos.
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No seré yo de los que vaya al cine a ver una de las últimas producciones de Segura, pero sí me incluyo entre los que defienden que haya ese cine. Es más, en los tiempos que corren, lo heroico es que siga habiendo cine. Que es cultura, no lo olvidemos.
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