Viendo las posiciones de Junts y Podemos ante el debate de convalidación de los primeros decretos del Gobierno de Pedro Sánchez, da la sensación de ... que se ha abierto una competición para ver qué partido destaca más en eso de desmarcarse de la coalición en el poder. O cuál lo presiona con mayor intensidad hasta la extenuación para dejar en evidencia su debilidad y su condición de rehén de quienes hicieron posible la investidura. Si este es el signo de la legislatura, a ver lo que dura, porque puede que llegue un momento en que Pedro Sánchez, que es muy dado a los golpes de efecto, y hasta ahora no le ha ido mal en eso, se harte, tire la toalla, fuerce un adelanto electoral y deje a Junts sin amnistía y a Podemos casi sin opciones de que sus actuales cinco diputados revaliden escaño.
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Ante esa debilidad parlamentaria, algunos en el PSOE miran ahora hacia el PP, a ver si echa una mano al Gobierno en el decreto con medidas económicas, pero es evidente que los populares tienen un problema: toda cesión a Sánchez será utilizada por Vox para arremeter contra Núñez Feijóo y lo suyos. Yeso, con unas elecciones gallegas a las puertas y las europeas a mitad de año, es un riesgo innecesario.
Si el Gobierno no supera con solvencia el primer trance parlamentario, lo tendrá extremadamente crudo para la gran prueba de todo Ejecutivo: sacar adelante los presupuestos estatales. Ahí tiene que batirse el cobre la ministra María Jesús Montero con sensibilidades tan diversas como, en primera instancia, las de su partido y las de Sumar. Y ,después, con el conservadurismo tradicional del PNV; el independentismo de izquierdas de Bildu; el republicanismo de ERC; el verso suelto en que se ha convertido Podemos para que nos acordemos de que sigue existiendo y, finalmente, esa máquina del chantaje político en que se está convirtiendo el partido de Carles Puigdemont. Queda también el voto de Coalición Canaria, que no es imprescindible si se dan los otros, pero que en todo caso es el menos caro por lo que pone sobre la mesa: la misma agenda canaria que hasta el Partido Popular dio por buena.
Como siempre que está Pedro Sánchez por medio, no descartemos que saque un conejo de la chistera a última hora, consolide la mayoría parlamentaria en el pleno y encarrile así la negociación parlamentaria. Pero la imagen de debilidad, de rehén presionado hasta la extenuación, es inevitable y supone un evidente desgaste en clave interna y también como imagen de país.
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