Lo contaba el compañero Gaumet Florido en un reportaje publicado este lunes: en la franja sureste de Gran Canaria los restos de los invernaderos que ... dejaron de ser utilizados se amontonan a la vista de cualquiera que pase por la zona. Es como una fantasmagórica visión de arqueología agrícola, pero con un matiz: vivimos del turismo y hay que tener presente que, además de los propios, esa visión la comparten los extraños. Y por mucho romanticismo primario que le echemos al asunto, no es una visión agradable.
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Lo es menos si tenemos en cuenta que para unas cosas el concepto de impacto visual es excusa para echar para atrás para proyectos varios, y sin embargo con este asunto hay un impacto visual incuestionable y, sin embargo, parece que cuesta que las administraciones responsables muevan un solo dedo. Y si visualmente es impactante desde el suelo no les quiero contar desde el cielo. Basta con subirse a un avión con destino a Gran Canaria y hacer el ejercicio de pensar qué le pasa por la cabeza al visitante que llega a la isla y se encuentra con esa estampa cuando el avión en que viaja hace la maniobra de aproximación al aeropuerto.
No vale escudarse en el manido «es que siempre ha sido así». Es la excusa de los perdedores e -insisto en ello- un destino turístico no puede salir a competir al mercado con la cabeza baja porque asume de partida como inevitables cosas que son fácilmente corregibles. Más aún: hagamos también ese ejercicio mental de empatía con el turista primerizo que hace un trayecto entre el aeropuerto de Gran Canaria y la capital, porque hay tramos que invitan directamente a preguntarse si era verdad aquello de que había elegido una isla que era un paraíso...
Por si fuera poco, estamos hablando de montañas de plástico, cuando ya sabemos que es uno de los elementos cuyo rastro contaminante más cuesta borrar de la faz de la tierra y también del mar. Y lo que se hace es dejarlos al viento para que acaben repartidos por toda la geografía insular y depositados en el mar. Justo lo contrario de lo que ya sabemos que hay que hacer.
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Este asunto se encuentra entre las asignaturas pendientes para el mandato que comenzará cuando, tras el 28 de mayo, tomen posesión los nuevos gobernantes (o los mismos, pero con mandatos renovados). Pero tampoco hay excusa para esperar hasta entonces. Sobran recursos en las administraciones para empezar a resolverlo desde hoy. En esto también se hace camino al andar.
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