El caso Koldo, o el caso Aldama, porque tanto monta, monta tanto, no descansa por Navidad. A fin de cuentas, es lógico: el empresario investigado ... consiguió salir de la cárcel a cambio de entregar documentación sobre sus contactos con las instancias políticas y era evidente que ese arsenal iba a acabar llegando a los medios de comunicación.
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Partiendo de esa premisa, cuesta entender el empecinamiento de algunos de los afectados por no contar las cosas como fueron. Y doy por hecho que es una cuestión de impericia e incluso de torpeza, y no porque no puedan revelar lo que realmente sucedió, ya que entonces acabarían implicados judicialmente. De todos modos, si fuera por esto último, lo sabremos, pues la Justicia es lenta, pero inexorable.
Me refiero al ministro Torres y a quien fue pieza clave de su Gobierno en el Pacto de las Flores: Antonio Olivera. Este último ocupó la viceconsejería de Presidencia; estuvo en ese fantasmagórico Comité de Gestión de la pandemia; fue temporalmente director del Servicio Canario de la Salud y se sentaba en el Consejo de Gobierno. Al irse Torres a Madrid para coger la cartera ministerial, Olivera hizo las maletas y se fue como jefe de gabinete.
Tanto Torres como Olivera llevan en el pecado la penitencia. Y cuatro son los pecados. El primero fue el tiempo que tardaron en reaccionar cuando era evidente que la pandemia no se habían hecho todas las cosas bien: los seis meses transcurridos desde que trascendió que habían desaparecido los 4 millones de euros regalados a RR7 y la forzada dimisión de Conrado Domínguez están en su 'debe' político y siguen sin explicar a día de hoy aquella indulgencia con el caso.
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El segundo fue aplaudir -si no instigar- que el preinforme de la Audiencia de Cuentas sobre las contratas acabase siendo derribado en el pleno de la institución por consignas políticas. Si en 2022 ese dictamen hubiese salido adelante, llevaríamos mucho tiempo ganado para saber qué pasó.
El tercero fue ordenar que no saliera adelante -también en 2022- la comisión de investigación en el Parlamento canario. Es más, hasta se impidió que se debatiera la conveniencia de su constitución.
Y el cuarto pecado es, desde que estalló el caso Koldo, no haber enseñado los mensajes que intercambiaron con el entonces asesor ministerial. Era tan fácil como ir a un notario, entregar una copia, sentarse ante la prensa y enseñar el intercambio de mensajes. Ahora, Aldama, que recibía copia de ese trasiego de comunicaciones, lo hace por ellos. Esa es su penitencia.
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