Los 70 diputados electos el pasado 28 de mayo tomarán hoy posesión de sus escaños, les colgarán al cuello la medalla acreditativa, jurarán o prometerán ... y después serán llamados a participar en la primera de muchas votaciones de gran calado: la composición de la Mesa del Parlamento. Cierto es que se trata de una votación con las cartas marcadas, pues ya hay acuerdo entre los partidos del nuevo pacto de gobierno sobre su cuota en ese órgano, como también lo hay con la oposición socialista sobre sus dos plazas.
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Arrancará así la legislatura que abre otro ciclo político. El anterior, con el Pacto de las Flores al frente, duró solo cuatro años. Y en paralelo en los cabildos se termina la constitución de sus plenos, si bien con el añadido de que en dos de ellos habrá mociones de censura a las primeras de cambio: Tenerife y El Hierro. Se completa así el dibujo del nuevo tiempo, en el que CC retorna al poder con una cuota muy importante, donde el PP deja la oposición y lo hace con caras nuevas en muchas instituciones, y donde el PSOE y Nueva Canarias vuelven a hacer oposición y tendrán que adaptarse a esa situación, con lo que eso significa a la hora de buscar sitio a muchos hombres y mujeres. En cuanto a la Agrupación Socialista Gomera, sigue con sus tres escaños pero cambia de bando: de las Flores al tándem Clavijo-Domínguez. Después de todo, ya se sabe que las bisagras bien engrasadas lo mismo abren para adentro que para afuera.
Para que el cuadro sea completo, hay que mencionar al grupo parlamentario que se estrena en la Cámara: Vox. La ciudadanía ha querido que pase de no tener presencia a contar con cuatro escaños, un éxito que posiblemente no entraba ni en sus cálculos. Les asiste la misma legitimidad democrática que al resto de partidos y eso no se puede discutir, por más que Vox sí que lleve tiempo discutiendo la de otras fuerzas parlamentarias e incluso la de gobiernos plenamente democráticos. No se trata de prejuzgar su comportamiento, pero al menos sí hacerles llegar que ojalá no reproduzcan algunas mañas que hemos visto en sus compañeros de partido en las Cortes y que, por desgracia, empezamos a ver también en los parlamentos autonómicos que se van constituyendo. Me refiero a que, con independencia de las ideas de cada cual, las formas y la cortesía parlamentaria son obligadas.
En los cuatro años pasados, en los que hubo que afrontar retos inimaginables, como una pandemia y una erupción volcánica, el Parlamento canario estuvo libre de la crispación. Ojalá siga siendo así. No por chillar más alto se tiene más razón.
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