Del director

El caso francés

Macron optó por traicionar a quienes le salvaron

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 8 de octubre 2025, 23:27

Contaban las crónicas que cuando España se adentró en la senda democrática y ETA marcaba la actualidad en los duros años del plomo y los ... funerales, una de las cuestiones más peliagudas para el Gobierno de entonces, primero con Suárez, después con Calvo Sotelo y también con González, fue normalizar las relaciones con Francia. Un país que era clave para abrir las puertas de Europa a España y también para combatir a ETA, pues era evidente que el sur galo se había convertido en un santuario para los etarras.

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Esa complejidad pasaba por tender puentes con la Presidencia francesa y las crónicas también detallan que con el socialista François Mitterrand como jefe de Estado el asunto no fue fácil. Ni siquiera ayudó la afinidad socialista con González porque Mitterrand era, ante todo, un presidente plenipotenciario, casi un rey sol ante el que había que postrarse y pedir la bendición.

Algo de eso parece que sigue pesando sobre quien llega a la cúspide del poder en Francia. Lo estamos viendo con Macron, que somete al país a una crisis sin precedentes con primeros ministros efímeros y una inestabilidad que no solo debilita al Gobierno y a la propia imagen de la república gala, sino que diluye el poder de Francia en Europa. Digamos que de aquella 'grandeur' de antaño que tenía un toque casi aristocrático -paradójico en un país que guillotinó a esa clase- se ha pasado a la miseria de una república que se arrastra sencillamente porque hay un presidente que decidió no hacer caso a las urnas.

El origen en gran medida de lo que sucede es que Macron optó por traicionar a quienes le salvaron. Sí, conviene recordarlo: Francia se libró de tener en la Presidencia a la ultraderecha antieuropea de Le Pen por el apoyo 'in extremis' de una parte de la izquierda plural, contradictoria, enfrentada entre facciones, pero con capacidad de movilización y que, in extremis, decidió echar un cabo no tanto a Macron como al propio concepto de una Francia comprometida con derechos y libertades. Esa izquierda que, entre lo consideraba y lo que entendía como mucho peor, se resignó y votó por lo primero

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En lugar de ser consecuente con aquel gesto, Macron optó por primeros ministros afines no a la realidad de los votos, sino a su propio criterio y a partir de ahí todo ha ido mal. Rematadamente mal. Porque gobernar contra las mayorías del legislativo es un ejercicio de supervivencia que no siempre sale bien. Sánchez debería mirarse en ese espejo.

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