Un estereotipo cultural. Eso es lo que Annie Hall le decía a Alvy Singer que le gustaba ser: un estereotipo cultural para los demás. Y ... eso es lo que finalmente fue para muchos espectadores Diane Keaton, la actriz que dio vida a Annie Hall en la película del mismo título. El pasado sábado, generaciones de cinéfilos se tropezaron con la noticia del fallecimiento de la intérprete, que también se puso tras las cámaras, fue productora e icono de la moda.
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Cada vez que se hacen listas sobre las mejores películas en los diferentes géneros y llega el capítulo de la comedia, entra siempre en lugar destacado 'Annie Hall'. El mérito se le suele atribuir a Woody Allen, que escribió la historia y la dirigió, pero cabe preguntarse qué habría sido del filme sin Diane Keaton al frente del reparto. Como también queda la duda de si 'Annie Hall' habría sido lo mismo sin la valentía de la diseñadora de vestuario Ruth Morley para dar rienda suelta a los gustos de la actriz, que dicen que fue quien impuso en gran medida las prendas que luce en la pantalla. Desde entonces para acá -y ha llovido mucho desde el estreno en 1977-, ningún hombre o mujer ha llevado con tanta elegancia pantalones, chaleco y corbata como Diane Keaton, como tampoco desde entonces nadie ha cocinado ante la pantalla unas langostas vivas con tanta carcajada por medio.
Hay que reconocer que Keaton, pese a su aparente fragilidad, era de esas actrices que llenaba la pantalla. Ya fuera con las largas parrafadas en las películas de Woody Allen como en la épica 'Reds' y, sobre todo, en el papel de Kay, la novia, esposa y ex de Michael Corleone en 'El Padrino'. Quizás fue en esta saga dirigida por Coppola donde más matices demostró, pasando del candor inicial a la duda moral al tener la certeza de que su cómoda vida se nutría de la muerte de unos cuantos y de los numerosos delitos de su marido, para acabar en la tercera entrega en ese final operístico donde todo era dolor. En los últimos años, Diane Keaton se abonó a la comedia 'fácil', esa un tanto de usar y tirar, pero siempre mantuvo un magnetismo y una capacidad de contagiar con su sonrisa que pocos intérpretes lograban.
En sus memorias, Woody Allen la venera. Queda claro en ese relato que no solo fue su actriz favorita, sino la compañera a la que siempre regresaba en momentos difíciles, algo habitual en los últimos años del cineasta.
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Ahora que no está, habrá que tirar de la videoteca para echar unas risas con 'Annie Hall', emocionarse con 'Reds' y rendirse a la maestría de 'El Padrino'.
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