Las formas son importantes. Lo cortés no quita lo valiente. Y la educación es clave para que la democracia perviva. Son las tres primeras cosas ... que me vienen a la cabeza al saber que los integrantes del colectivo Canarias se Agota, embarcados en una huelga de hambre de algunos de sus componentes, están organizando una concentración para este jueves a las puertas del domicilio del presidente de Canarias, Fernando Clavijo. No de la sede de Presidencia, no del despacho de la consejera de Turismo, no ante las oficinas municipales que aprueban las licencias para la construcción de nuevos hoteles, sino ante el inmueble en el que vive una familia que, por lo que se ve, tiene que soportar un escrache porque el cabeza de familia es presidente por obra y gracia del resultado de las urnas y la votación en la sesión de investidura del Parlamento (menciono esto porque la convocatoria va contra la persona y los suyos, pero también contra quien tiene la legitimidad que concede la asamblea que representa la soberanía de todos los canarios, cosa que no debemos olvidar).
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Puedo compartir algunas de las cosas que plantearon los convocantes de las manifestaciones del pasado sábado. Puedo compartir también algunas de las cosas que se podían leer en las pancartas exhibidas ese día y en los lemas coreados. Pero no puedo compartir estos escraches. Como tampoco secundé los que promovieron partidos de izquierda contra políticos de derecha, ni los organizados ante la sede federal del PSOE o a las puertas de los domicilios de sus cabezas visibles.
Costó mucho en este país recuperar las libertades para que ahora este tipo de comportamientos dé la razón a los que dicen que hemos perdido el rumbo. No creo que sea así, pero convocatorias como la del jueves cargan de argumentos a quienes, en el fondo, serían más felices volviendo a las restricciones de la dictadura. Deberían reflexionar sobre ello los hombres y mujeres que están alentando esa concentración a las puertas de un domicilio particular y quienes piensan acudir.
Y escribo esto igual que lo escribiría de cualquier otro político sujeto a tal presión. Como tampoco me parecería de recibo que los simpatizantes de CC se fueran ahora a manifestar ante las casa familiar de los artífices de Canarias se Agota o del resto de colectivos que promovieron las manifestaciones del pasado 20 de abril.
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Decir todo esto no es ir contra el derecho de manifestación; es hacer prevalecer el derecho a la intimidad. Pero es, sobre todo, reclamar educación, cordura y responsabilidad. 'Canarias tiene un límite', decía el lema del 20A; pues eso mismo: el derecho a la protesta también tiene un límite.
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