Del director

Dos meses

La chispa en torno a Abarrafía prendió rápido, pero no por combustión espontánea

Francisco Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 18 de septiembre 2025, 22:58

Con la pericia y la profesionalidad que le caracterizan, el compañero José María Rodríguez, delegado en Canarias, de la agencia de noticias Efe, ha reconstruido ... lo que pasó para que el súbdito marroquí Abarrafía H. se pasara casi dos meses encerrado en prisión como presunto autor de una brutal agresión que puso en riesgo la vida de una menor tutelada por el Gobierno de Canarias. Sucedió en la madrugada del día del Carmen y el hecho dio la vuelta a toda España, esa España que vivía bajo el impacto de los incidentes en la Murcia por la cacería contra el inmigrante magrebí tras las agresión a un anciano.

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El Tribunal Superior de Justicia de Canarias informó esta semana de la decisión del juez que lleva el caso de excarcelar a Abarrafía porque el testimonio de la víctima, que se ha ido recuperando de las graves quemaduras sufridas, corrobora lo que él siempre dijo: que el incendio no fue provocado y que incluso intentó auxiliarla.

Para no dejarlo para el final, en este caso este medio también tiene que hacer una reflexión: elevamos a titulares unos indicios o una primera versión y contribuimos a crear un relato que parecía verosímil, pero que ahora se ha visto que estaba bastante alejado de la realidad. Y aquello tuvo sus consecuencias, porque fue como echar leña donde otros sembraron gasolina. Así las cosas, la chispa prendió rápido.

Pero no prendió por combustión espontánea, sino porque hubo quienes buscaron el mechero y encendieron la llama. Aquel desgraciado incidente fue presentado como el ejemplo de que la convivencia entre migrantes y nativos era imposible; se habló del barrio de La Isleta como un polvorín social a punto de estallar por culpa de los que habían llegado en patera o cayuco, y hasta las puertas del centro de migrantes en los barracones del Canarias 50 fueron dirigentes locales y nacionales de Vox a avivar el fuego. Por suerte para todos, aquí no se llegó a las manos, como ocurrió en el interior de Murcia. Eso sí, Abarrafía pagó los platos rotos. Es verdad que tenía una orden de expulsión que no se había materializado, pero eso no lo convierte en el autor de una brutal agresión machista que ahora, según entienden la Policía y el juez, no se produjo. Y si triste es lo que le pasó, no menos fue algo que se oyó entonces: en la cárcel estaba más seguro, porque su vida igual corría peligro si hubiese quedado en libertad. Es lo que pasa cuando nos dejamos guiar como corderos y, por acción o por omisión, alimentamos el lobo que, según Hobbes, llevamos dentro.

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