Todos los caminos de Gran Canaria conducen desde hoy hasta el fin de semana a Teror, la villa que celebra los días grandes de sus ... fiestas y, por extensión, de la isla por la condición de patrona de la Virgen del Pino.
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Como si fuera un río de caudal infinito, desde este jueves la vía que conduce a Teror desde Tamaraceite se llena de peregrinos de todas las edades y así será hasta el domingo. Hombres, mujeres, mayores y menores; en grupo o en solitario; por devoción, por una promesa que pagar u otra que formular, o simplemente por vivir la experiencia; todos transitarán por esa vía. También están los que lo harán por pura diversión, que no es nada malo por sí mismo, pues el ocio forma parte del equilibrio existencial.
Teror comparte probablemente con Agaete la condición de municipio incrustado en el corazón de todos los grancanarios. Así, siempre que llega una visita primeriza de un peninsular o un extranjero a la isla, el canarión tiene dos excursiones obligadas si hace de cicerone: las citadas dos villas. Y pensar que todos lo hacen por fe religiosa, creo que es equivocarse a conciencia (dicho sea con todo respeto a los miles que sí). En ambos casos se da también la singularidad de que las fiestas principales están entre las de mayor capacidad de atracción, y eso que son muy diferentes entre sí.
Este hecho singular que convierte a Teror y Agaete en dos imágenes insulares enlaza con emociones enraizadas desde generaciones en los grancanarios. Y es un activo del que deben sentirse orgullosos sus vecinos, al tiempo que sus gestores públicos han de esforzarse para que esas riadas humanas entren y salgan sin molestar a los residentes y para que el negocio que generen redunde en beneficio de esos vecinos.
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En estos días en que algunos avivan en las islas el fantasma de la turismofobia, quizás hay que mirarse en el espejo de Teror y Agaete y preguntarse cómo sería la vida de esos dos municipios sin la Virgen del Pino y sin La Rama. No creo que sea muy difícil intuir la respuesta.
Es tiempo, en suma, de preparar la mochila, echarse a andar y acercarse a Teror. Y si no se puede, pues sintonice la televisión y siéntase, de manera virtual, copartícipe y peregrino. En cuanto a los terorenses, es obligado el agradecimiento por la hospitalidad y también la paciencia. Pensar que les compensa el negocio que hace la villa no disipa las molestias, que haberlas, haylas.
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