La puntualidad se casó hace mucho tiempo con la subjetividad. Se trata de un matrimonio estable pero mal avenido. Ambas cosas no están reñidas. Aunque parezca contradictorio, son dos sustantivos que caminan siempre de la mano y el ritmo del paseo depende tan solo de los ojos de cada parte de la pareja. Para el que llega a la hora acordada, el tiempo circula demasiado lento, mientras que para el que se presenta tarde siempre hay una disculpa perfecta que justifica la tardanza. «¡Solo ha sido media hora!», asegura el Gobierno de Canarias al sentarse acolarado en la mesa donde esperan las empresas del archipiélago con el café y las tostadas frías.
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El problema es que esa media hora de retraso puede marcar la diferencia entre un desayuno agradable o una digestión desastrosa. Con un añadido que poco tiene de subjetivo: del resultado del encuentro dependen muchos empleos en estas islas. «Ya pensaba que no venías», contesta malhumorado el empresario.
Los negocios se levantaron temprano, se vistieron con pulcritud, se pusieron la mascarilla y llegaron al punto convenido incluso antes de hora. Desde el 14 de marzo de 2019 -ya casi cumplimos un año envueltos en esta pesadilla- llevan tragando con estoica puntualidad todas y cada una de las normas impuestas por las administraciones públicas para intentar luchar contra la Covid-19. Pusieron en días dispensadores de hidrogel, mamparas que a la postre resultaron una utopía, recortaron mesas, mejoraron terrazas, colocaron pegatinas en suelo, paredes y hasta en mostradores...Euro sobre euro han invertido todo lo necesario para salvar sus empresas, sin que ese esfuerzo épico haya servido para evitar que a sectores como la hostelería o los gimnasios se les haya demonizado.
Pero enfrente se han encontrado con una pareja famosa por retrasarse siempre mucho más de lo que dicta la cortesía. La administración pública es más de salir despeinada, con cualquier cosa puesta y por supuesto olvidándose la cartera. Recuerda de que sin empresas no hay economía a la carrera, semanas después de limitar los horarios de apertura y clausurar miles de negocios. Sale de casa cinco minutos antes de la cita aún sabiendo que el lugar acordado para solucionar los problemas de los ciudadanos está a una hora de camino. «Espera. Llego en nada», es el 'whatsapp' que el sector privado recibe en su móvil cuando lleva meses reclamando ayudas directas que lo salven de la quiebra. Porque el tiempo, ya se sabe, también es subjetivo.
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