El error de cálculo de CC
Primera plana ·
Esta legislatura es de transición. En función de lo que pase de aquí a 2023, si es que pasa algo, lo más probable es que marque tendenciaUna cosa es que CC no se disuelva como un azucarillo y otra bien diferente es que necesariamente vuelva a ganar unas elecciones u ocupe la posición central del sistema de partidos tal como hizo desde 1993 hasta 2019. Que el 'clavijismo' no supiera interpretar los cambios sociales y la consecuente irrupción del multipartidismo, lo pagó caro. Y la expulsión de Patricia Hernández y los consejeros socialistas (Jesús Morera, Ornella Chacón y Aarón Afonso) en aquel Gabinete de coalición tras los comicios de 2015, fue la prueba palmaria de que CC no había asumido que el designio de los tiempos había determinado que se acabó tener el viento de cola a su favor.
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Esta legislatura es de transición. En función de lo que pase de aquí a 2023, si es que pasa algo, lo más probable es que marque tendencia. Algo así como una repetición de lo que supuso 1993. El PSOE ha arrebatado a CC la fuerza del hemiciclo en cuanto a pactos potenciales y manejo de la aritmética parlamentaria. Y la inercia, que no ocurra nada, favorece precisamente al PSOE. Dicho de otra forma, 'iuris tantum' el futuro político en las islas lo protagonizará el PSOE; mejor o peor, con más o menos éxito, pero por un largo periodo. La razón es sencilla: CC no recuperará el terreno perdido; por mucho que el clima social, la pandemia, la inmigración irregular y la crisis económica lo favorezca. ¿Por qué? Porque CC por sí sola, sin Nueva Canarias, seguirá tambaleándose en Gran Canaria. La prevalencia de CC desde 1993 fue posible amén de ICAN y desde entonces y con el transcurso de los años la mantuvo, la retuvo y, al final, la perdió por la miniola electoral de Pedro Sánchez tras el inesperado triunfo de la moción de censura presentada ante Mariano Rajoy. Que el PSOE reedite lo 25 escaños obtenidos en mayo de 2019 está por ver. Pero eso no se traduce en un aumento exponencial de CC tras cuatro años de tránsito por el desierto de la oposición.
El examen al que se somete CC es, en parte, el de Nueva Canarias. De aquí a 2023, luego puede que ya no sea factible, deberán preguntarse qué rol desean desempeñar. Pero el margen de maniobra es limitado. Se entiende la alegría interna en CC tras superar el primer test de no ser una UCD isleña tras el varapalo de 1982. Pero eso no implica un arreón sin más que les devuelva al olimpo bendecido por el sistema electoral petrificado en la reforma del Estatuto de Autonomía de 1996. Ahora mismo, y sopesando las perspectivas que se otean, el horizonte de CC pasa muy probablemente por ser socio del PSOE en la siguiente legislatura: ocupar la Vicepresidencia, las tres consejerías de turno y la dirección del Parlamento. No está mal. Pero ya está. El PSOE desde 2019 rige la dinámica política tal como hizo CC desde 1993. Que dure más o menos, lo fijará la aproximación o la distancia dentro del abanico del nacionalismo canario. Actualmente cunde el desentendimiento. De ahí, la razonable calma de Ángel Víctor Torres que tiene todo a su favor para seguir siendo presidente hasta 2027. Que su número dos sea Ana Oramas, le será secundario a él y a la mayoría del PSOE.
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