Entre cuatro paredes también se está de cine
Ingrid Ortiz Viera y Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 20 de marzo 2020, 22:10
Ya lo decía José Luis Cuerda que, afortunadamente, no ha tenido que vivir este momento: «Amanece, que no es poco». Es viernes, hoy no se sale y me niego a ver un capítulo más de vaya usted a saber qué otra serie me queda pendiente, porque me da la sensación de que estoy empezando a confundir la realidad con la ficción. Y no porque todas las webs de repente recomienden la cinta Contagio y sus evidentes paralelismos con la reacción mundial a esta pandemia, sino porque ayer bajé al sótano, donde hace falta cambiar esa bombilla que parpadea, y me dio por pensar si detrás de las estanterías habría algún ‘parásito’ enviando mensajes ocultos a su familia y yo sin saber código morse.
En fin, que hoy paso de montarme películas como la de Bill Murray en Atrapado en el tiempo. Voy por mi desayuno con croissant, sin diamantes ni gato pero con moño, pongo en la televisión música de fondo, de esas instrumentales con aires italianos en las cuerdas para, no sé, pensar que estoy en otro sitio, y de repente me siento un poco Grace Kelly tomándome el café en la ventana indiscreta del salón y curioseando qué están haciendo –hoy también– los vecinos de enfrente. Poco movimiento: unos ven la tele, otros limpian... Yo también debería, pero no me siento lo suficientemente Cenicienta para coger el trapo.
«¿Por qué no tengo yo algún vecino músico que toque en el balcón o que se dedique a organizar una partida de bingo en el edificio?», me pregunto con clara envidia de lo que se ve por internet en otros barrios y maldiciendo por no tener un gran patio para el desahogo. Bueno, al menos no estoy encerrada en una cabina ni tan agobiada como pudiera haberlo estado José Luis López Vázquez y, en cualquier caso, soy de esas que sabe disfrutar de la vida incluso estando encerrada entre cuatro paredes.
También es verdad que mi compañera de piso me lo pone fácil. Compañera a la fuerza, más bien, porque vino por unos días mientras buscaba casa propia y a lo tonto tendrá que quedarse hasta pasada la cuarentena. Siempre hemos sido un poco Telma y Louise, subidas a un coche dispuestas a capear el temporal cantando bajo la lluvia. Quienes nos conocen lo saben, que vamos así, en pack de 2x1, y no sé cómo no se me ocurrió que esta experiencia también la viviríamos unidas si es que los momentos más trascendentales los hemos pasado juntas. Mírala ahí, sentada en la mesa de la cocina, con mi pijama y greñas diciéndome «¿Vemos un capitulito?».
Me dispongo a poner una lavadora pero hay que subir a la azotea y, para hacer algo de ejercicio, lo hago por las escaleras. Auriculares puestos, Gonna fly now de Bill Conti y cuatro pisos arriba, cuatro pisos abajo.
Aún me queda energía y me pongo modo Bridget Jones cantando All by my self pero con el pachangueo ese de los millenials. Pues sí, lo bailamos y en un momento hasta rapeamos al más puro estilo de Antonio Resines. Madre, qué espectáculo se estarán gozando nuestros vecinos... Ojo que esta tarde se teletrabaja y nosotras aquí, ¡como si nada! Estamos peor que Macaulay Culkin en Solo en casa y llegamos a una conclusión: quien se aburre es porque quiere.