A falta de 48 horas para que comience el pleno de investidura en el Congreso, la incertidumbre sobre la formación del próximo Gobierno es similar ... a la de hace un mes, cuando Alberto Núñez Feijóo fue propuesto candidato por el Rey. Hasta el presidente del PP ha asumido ya que, salvo mayúscula sorpresa, subirá a la tribuna de oradores con el hándicap de que su intento está condenado al fracaso al no haber sumado los apoyos que necesita. Además, es dudoso que en ese periodo, repleto de bandazos que han removido las filas populares, hayan mejorado sus expectativas si tuviesen que repetirse las elecciones. Una hipótesis descartada por Pedro Sánchez, ya sea como movimiento táctico o por convicción, aunque él tampoco dispone hoy por hoy de los votos suficientes y ha comprobado que un acuerdo con Carles Puigdemont -imprescindible para permanenecer en el poder- está condicionado a unas exigencias maximalistas que cuestionan principios básicos del sistema y difícilmente conciliables con el ordenamiento jurídico.
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Tras los reiterados y fallidos intentos para seducir al PNV, una alternativa incompatible con su dependencia aritmética de Vox, Núñez Feijóo defenderá ante el hemiciclo un programa que solo podrá aplicar si descarrilan las negociaciones entre el PSOE y el prófugo de la Justicia, y consigue en una nueva cita con las urnas la mayoría que no logró el 23-J. Un shock del que aún no se ha repuesto el PP. Ocurra lo que ocurra, el partido necesita rearmarse con un discurso sólido y un refuerzo de su dirección, cuya urgencia han confirmado varios patinazos en las últimas semanas. La protesta convocada hoy en Madrid contra una amnistía por el 'procés', descartada hace apenas unas semanas por «inconstitucional» por el mismo Sánchez que ahora sugiera su aprobación, servirá de antesala a la sesión de investidura.
El retraso de un pleno que podía haberse celebrado a finales de agosto con el mismo resultado ha regalado al presidente en funciones un valioso tiempo para negociar un pacto que le permita formar Gobierno. Una tarea extremadamente compleja, pero en absoluto descartable. El líder socialista no puede ignorar los riesgos para la estabilidad del país que conllevaría traspasar determinadas líneas rojas ni quedar a expensas de los caprichos y las insaciables exigencias del radical e imprevisible Puigdemont. Ni desdeñar, frente a las presiones del independentismo, la baza de una repetición electoral.
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