Feliz cumple, Constitución. Desde 1978 andas por estos lares recordándonos que los derechos y las libertades se ganan con dificultad pero se pierden con demasiada facilidad. Solo es cuestión de dejarse ir y, como en el caso de España, olvidar de donde veníamos.
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Tu cumple también sirve para que recordemos que hay mucho que mejorar. Incluso en tu redacción. Es imperdonable en una democracia seria del siglo XXI que sea más fácil que los partidos mayoritarios se pongan de acuerdo para cambiar el texto constitucional y así fijar la austeridad en el gasto público porque Bruselas se lo ordenó a España que quitar la palabra 'disminuido' de tu literatura.
La comparación entre aquella época y el presente es más sangrante si recordamos que, cuando nació la Constitución, en las Cortes estaba sentados unos políticos que tenían sobrados motivos para echarse en cara las dos Españas. Había rastro de sangre en las bancadas de la derecha y la izquierda, con un centro que era hijo de la dictadura. Un hijo moderado, si queremos verlo así, pero hijo al fin y al cabo. Si ahora hay quien aplaude a Suárez Illana en su despedida y le disculpa el feo gesto aquel de dar la espalda a los diputados que no eran de su gusto, pero que representan la soberanía nacional igual que él, qué diríamos de su padre, que tuvo que aguantar insultos dentro del Congreso y todo tipo de improperios en los funerales por las víctimas de ETA. Y, sin embargo, no dio la espalda: asumió el momento que le tocó vivir y tomó decisiones tan complicadas y desafiantes como legalizar el PCE un Viernes Santo.
En los últimos tiempos te ha tocado, como Constitución que ya peina algunas canas, que haya quien plantee una revisión del modelo autonómico que consagraste. Aquella no fue una solución fácil y hasta los autores de la misma reconocen que lo que salió fue posiblemente la única fórmula viable para un consenso que parecía imposible. Pero las imperfecciones se vieron pronto y se han perpetuado, con un modelo que fue algo así como café para todos, cuando resulta que hay unos que son más de té, otros que tienen alergia a la cafeína y también están los de expreso a la italiana. Por eso, estimada Constitución, también ese capítulo hay que revisarlo sin miedo.
Sospecho que el cumple de hoy pasará sin pena ni gloria. Soplarás las velas pero sin desear una actualización más que necesaria, porque ese anhelo no se va a materializar en breve. Los nietos de aquellos padres constitucionales son mucho más cobardes que sus abuelos.
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