La corte de los bufones

Mi inocente conciencia democrática creyó siempre que para comprobar con exactitud la necedad de un gobierno era imprescindible una oposición seria y rigurosa. En el fondo y, por supuesto, en las formas. Casos como el de Giacomo Matteotti, diputado socialista en la Italia que tras la marcha sobre Roma permitió que Mussolini tomara el control del Parlamento. Ante la imposición de la furia fascista, Matteotti fue apuntando durante un año los asesinatos, los asaltos, los incendios de periódicos contestarios que iban cometiendo los cachorros del Duce y los publicó en un libro titulado 'Un año de dominación fascista'. Como no hay nada más poderoso que la verdad, el propio Matteotti acabó asesinado y siendo dato para su estadística al señalar en la cámara aquellas tropelías.

La fiscalización de lo que están haciendo los gobernantes en este periodo de pandemia global sería mucho más fácil si la oposición no fuera de bufonada en bufonada. Pablo Casado como epítome de ello. El líder popular es el principal activo de la política de desviar la atención que tan bien le viene a este gobierno. Su reciente visita a Canarias es tan buen ejemplo como su ocurrencia más reciente sobre la elección de Felipe VI. Fue una 'godada' de manual. Se puso el disfraz del salvapatrias, nos coló el IVA en nuestro sistema fiscal y mandó a su segundo a explicarnos sus grandes ideas mientras él despachaba en la habitación del hotel sus importantes cosas de españoles.

Quien señala a Casado puede señalar a todos. En el Senado o en el Parlamento regional, donde como mucho aspiran a ser «virales». El nivel de la oposición está tan bajo que ante los desatinos notables de los que están al frente de la gestión de esta crisis uno casi que se queda con aquello del mal menor.