Si con la cultura dialogas y te enriqueces, en Gran Canaria andamos en estas fechas de enhorabuena. A pesar de la pandemia y después de la declaración de alerta roja del sector, el reinicio de la programación en los teatros Cuyás y Galdós es una bocanada que aporta diálogo y riqueza en estos tiempos tan sombríos.
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Si hace quince días fue la compañía canaria La República, bajo la dirección de Nacho Cabrera, con su 'San Juan' de Max Aub, la que recibió el refrendo de un público ávido de propuestas culturales, conmovido cuando se le puso de cara ante un mundo, que a pesar de lo vivido, sigue sucumbiendo a la intransigencia y persiguiendo minorías; otro tanto está pasando ahora con 'El último viaje de Galdós', una obra escrita por Laila Ripoll y Mariano Llorente, dirigida por Mario Vega, que nos invita a pasear por la obra y desbordante riqueza vital del más grande de nuestros literatos, pero también por las entrañas de un teatro que nos enseña toda su complejidad e intrahistoria, mostrando así lo mucho y muchos que intervienen en el proceso creativo, en el espectáculo, que siempre es más de lo que se ve cómodamente desde el patio de butacas.
Otra vez, Vega apuesta por el riesgo y la innovación y nos enseña el teatro en toda su plenitud, inmersivo le llaman, desde el foso, a la chácena, pasando por el salón Saint-Saënz, el gallinero, la platea o la sala de ensayo, con una escenografía austera pero de una profundísima carga visual que enaltece el trabajo actoral. Toda una celebración del teatro, con un don Benito humano y mito. Tierno y cercano, de firmes convicciones. Adorado y envilecido, como solo los más grandes lo pueden ser. Toda una figura de la historia
'El último viaje de Galdós' es la tercera de las propuestas escenográficas de Laboratorio Galdós, una iniciativa, con don Benito como razón de ser, desarrollada durante dos años que ya dio vida a 'Ana' y 'El crimen de Fuencarral', con talleres de dramaturgia, mesas redondas, conferencias y acciones en el mundo escolar intercaladas, sin olvidar la permanente búsqueda de la implicación ciudadana, con esa valiente iniciativa de 'Ensayo y Error' que permite a los asistentes a los ensayos abiertos criticar y participar en el proceso de creación de la propuesta final y ayuda a la complicidad del público con los creadores.
El mejor homenaje que podemos hacerle a Galdós, el nuestro, porque así también se reivindica, es leerlo y conocerlo. Esta es una magnífica oportunidad.
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