Canarias: la guerra tan cerca

No son meras escamaruzas. El conflicto en el Sáhara Occidental, esta nueva dimensión, ya no tiene vuelta atrás. Hay guerra. Este mismo sábado pasado que se cumplía 45 años de la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, donde España salió huyendo chapuceramente de su colonia, con un Juan Carlos I volcado en consolidar su reinado y desdeñando responsabilidades de Estado, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) oficializaba la ruptura del alto el fuego y declaraba solemnemente la guerra. Los jóvenes saharauis se están enrolando en la causa militar y la sensación que cunde es tanto de hartazgo como de entusiasmo ante la posibilidad de revertir una situación estancada durante décadas que no tiene visos de cambiar para nada: la comunidad internacional va a tener que implicarse, no puede quedar inactiva. Marruecos, confiado en su tradicional política de hechos consumados, activó una incursión en territorio saharaui cerca de la frontera con Mauritania que lo ha desatado todo.

Rabat no va a permitir la celebración del referéndum de autodeterminación que culmine el proceso de descolonización del Sáhara Occidental donde aún España tiene teóricamente una obligación (legal y moral) de promover el cierre del conflicto. Para Marruecos los territorios ocupados son sus provincias del sur. Y ya está. Y ofrece, como falso arreglo, una amplia autonomía porque no le queda otra. Por eso intenta mediáticamente ponerse de perfil (cuando, al parecer, ya hay bajas en su tropa) y que las aguas se calmen pensando (erróneamente) que el Frente Polisario se va a achantar. Pero resulta que la RASD es consciente de que seguir así no es solución para nadie, salvo para Rabat.

En El Aaiún se ha producido diversas manifestaciones, violentamente reprimidas, durante el fin de semana. La ciudad está sitiada. Y en el interior del Sáhara Occidental, en diversas posiciones de norte a sur, los enfrentamientos continúan y la artillería se emplea mientras las fuerzas militares, unas y otras, se preparan para una guerra larga. Las próximas horas son decisivas. Salvo que la comunidad internacional se involucre a fondo y obligue a Rabat a cumplir la celebración pendiente de la consulta de la mano de la Misión de Naciones Unidas para el referéndum en el Sáhara Occidental (Minurso), el escenario bélico es inevitable. Y el respaldo de Estados Unidos y Francia a Marruecos le permite sostener su negativa al acatamiento de la legalidad internacional que motivó el cese de operaciones en 1991. Por eso será decisivo el rol que desempeñen ahora tanto Argelia como Rusia y, observar, qué voluntad definitiva se decanta en Madrid por parte del Gobierno de coalición de izquierdas. El ejército saharaui no va a retroceder, lo de antes no vuelve. Estamos en otra fase: o referéndum de autodeterminación o guerra. Y Canarias presenciará, muy cerca, el conflicto bélico. Y, por supuesto, tendrá consecuencias para la imagen que se proyecta de seguridad de las islas como destino turístico que, junto a la pandemia, la inmigración irregular y la crisis económica, será un factor más para que los turoperadores sean renuentes a potenciar el flujo europeo del turismo. Una maldición bíblica.