Dos periodistas españoles han muerto en Burkina Faso, un país cuya ubicación en el mapamundi nos cuesta acertar a muchos. Fallecieron haciendo su trabajo; no son los primeros y desgraciadamente no serán los últimos. Quiten a la primera frase el adjetivo relativo a su nacionalidad y quédense solo con la profesión que hacían. Porque esto no va de corporativismo patrio, sino de la necesidad -más si cabe en estos tiempos- de recordar la importancia del periodismo.
Publicidad
Me explico: en una guerra, los primeros tiros van dirigidos a los informadores. A ninguno de los dos bandos le interesa que por allí haya notarios de lo que ocurre. Pasado el tiempo, alguien inventó la fórmula del periodista 'empotrado', que no era otra cosa que pretender convertir al informador en un escribano de lo que interesaba al bando militar que le ofrecía protección. El acuerdo era simple: yo te llevo al frente y te regalo el chaleco antibalas pero confío en que cuentes la contienda como me interesa. Si no, a buscarse la vida.
Y de eso iban los dos periodistas fallecidos en Burkina Faso. Eran de los que se buscaban la vida, pero no caigamos en el tópico de que al final fueron víctimas de su imprudencia por meterse en un avispero. No es así. Lo correcto pasa por recordar que es absolutamente necesario saber lo que está pasando, ya sea en la esquina de la calle más próxima o en un lugar recóndito del planeta. Lo cómodo es cerrar los ojos y aplicar el viejo dicho de 'ojos que no ven, corazón que no siente'.
Cuando estos días algunos se indignan viendo la llegada de pateras y cayucos o preguntándose por qué hay hombres y mujeres que arriesgan sus vidas, a sabiendas de que pueden fallecer en el Atlántico en una embarcación a la deriva, no está de más recordar que en gran medida lo hacen porque huyen de lugares como esos que iban a retratar los reporteros asesinados. O como los que se afanan para contar, pese a las muchas trabas oficiales, lo que sucede al sur del Río Grande, más allá del Primer(ísimo) Mundo que es Estados Unidos.
Ayer, cuando llevaba varias horas publicada la noticia de los fallecidos en Burkina Faso, hice el ejercicio de mirar en un periódico nacional qué era lo más leído en su edición digital. Y no me sorprendió ver que era algo bien diferente: una crónica sobre la vida de un ganador del Oscar. Es lo que tenemos y no hay que escandalizarse, pero toca insistir en que hay otros mundos. Por recordarlo murieron ayer los dos periodistas.
Publicidad
Descansen en paz.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión