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¡Anímese!, ¿pero cómo?

Ultramar ·

Como están las cosas y se entretienen en rifirrafes y proclamas propagandistas

Sábado, 19 de septiembre 2020, 08:09

Pues claro que hay que mantener la esperanza, el entusiasmo, la ilusión, motores de la humanidad. Que para atrás ni para coger impulso. Que hay que reivindicar la alegría y el optimismo porque el fatalismo y el catastrofismo solo nos conducen a la depresión y la melancolía. Claro, también, que no podemos olvidar que un día sin una sonrisa es un día perdido. Claro que sí. Pero, carajo, que nos den una poquita cosa, con poco vamos, para poder seguir manteniéndonos firmes en las convicciones, porque no solo nos han enmudecido la risa sino también tapado la sonrisa.

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Lo decía hace unos días en este periódico Armando Rodríguez, catedrático de Psicología Social de la Universidad de La Laguna, «sin la relación con los demás, nuestro yo, que es frágil y vulnerable, se resquebraja». En esas estamos, y hurtados los abrazos y los apretones de manos, que desde el Medievo significa que no se llevan armas, ahora nos dicen que tampoco con el codo.

Así las cosas, seis meses después del inicio del confinamiento, el pesimismo de los españoles alcanza su nivel máximo. Es obvio que la realidad no anima, pero, coño, tampoco los responsables públicos aportan siquiera una guinda que permita, siquiera por un momento, cambiar el rictus de tristeza que se ha adueñado de la sociedad entera.

La pandemia sigue desafiante. Los contagios se disparan. La segunda ola va camino de superar a la primera. La miseria se acrecienta. Cierran hoteles que habían abierto y la 'panacea' de la temporada de invierno cada día parece más utopía. El PIB se derrumba a niveles de periodo de guerra. Caminar por las ciudades, con sucesión de establecimientos cerrados, es llorar. A la cultura no le dan ni aire. El drama migratorio aumenta y no faltan los desplantes de alguna administración responsable. Crece el temor a que la isla se convierta en un segundo Moria, ese campamento construido en Grecia para acoger refugiados que nunca fue pensado como refugio sino que se ideó, repleto de alambradas, para desanimar a futuros demandantes de asilo.

El único respiro es prorrogar los ERTE que mantienen en la improductiva a cientos de miles de trabajadores, preámbulo de los ERE que ya se anuncian, mientras el curso político se inaugura con una suma de exabruptos y ninguna propuesta. Como están las cosas y se entretienen en rifirrafes y proclamas propagandistas. Así no se corrige la desesperación de los perdedores, que va al alza.

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