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El sargento primero Varela, jefe de tiradores/operadores de la TFT, sobrevolando el Tigris. L. Silva
Dragones voladores
Cartas desde Irak, tercera entrega

Dragones voladores

La Task Force Toro, las alas de España en la cuna de la civilización

Lunes, 11 de septiembre 2023, 23:23

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No deja de ser un privilegio, por más que se repita varias veces para el cronista a lo largo de una sola jornada, y muchas más a lo largo de los seis meses de misión para los protagonistas de esta historia. Sobrevolar primero el Éufrates y luego el Tigris, y otra vez de vuelta, en esta ocasión primero el Tigris y después el Éufrates, no es otra cosa que contemplar las dos vías de agua entre las que surgió la vieja civilización de la que somos remotos legatarios. Todavía corren por la superficie amarilla del desierto, aunque los caudales de los dos se ven comprometidos por las presas que aguas arriba construyen Irán y Turquía. Si algún día le faltan el Dijla y el Furat –Tigris y Éufrates en árabe–, de los que dependen el país y sus agricultores, Irak lo va a pasar mal.

Los militares de la Task Force Toro (TFT), el destacamento español con cuatro helicópteros Cougar que opera desde la base de Al Asad, en medio del desierto y cerca del Éufrates, confirman la experiencia única que representa volar sobre este país. Desde los atardeceres perturbadores sobre la inmensidad del desierto hasta los zigurats –antiguos monumentos mesopotámicos– que han divisado en alguna ocasión desde el aire. Aunque también pone a prueba sus destrezas y a los propios aparatos: ahí están las tormentas de arena, casi impredecibles, y que reducen de forma drástica la visibilidad, y las temperaturas, que este verano han pasado más de una vez de los 50 grados, el límite a partir del cual resulta desaconsejable arrancar sus turbinas.   

45 o 46 grados

Este miércoles de septiembre tenemos suerte, no pasaremos de los 45 o 46 grados. Aprovechamos el viaje de reconocimiento de los militares que vienen en avanzadilla para el próximo relevo y hacemos un recorrido que desde Bagdad nos lleva a Al Asad, después al destacamento de Qayyarah –donde radica un equipo de operaciones especiales– y por fin a Erbil, ya en el Kurdistán iraquí, donde hay una representación militar española para la gestión de la logística del destacamento de Qayyarah. Todo lo que necesita este, y que llega a través del aeropuerto de Erbil, son los Cougar de la TFT los que lo transportan. Su función es por tanto vital para los boinas verdes que viven en la pequeña base desde la que operan, obligados a ser autosuficientes.

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No es esa la única misión de la TFT. Sus integrantes, en su mayoría destinados en el BHELMA VI del Mando de Canarias, cubren las necesidades de transporte de la coalición, de la misión de la OTAN en Irak y de los militares españoles, ofertando todas las plazas disponibles para su aprovechamiento en cada vuelo. Lo comprobamos en el primero, entre el helipuerto de la embajada estadounidense y el complejo denominado BDSC, aún en Bagdad, en el que viaja con nosotros un marine americano.

La unidad canaria, en homenaje al árbol mítico de Tenerife, el Drago milenario, tiene un dragón en el escudo y por lema esta frase en latín: 'Semper nebula est draconis cubile (siempre hay niebla en el cubil del dragón). El jefe de la TFT, o mejor dicho de ISPUHEL XVIII –el número que hace esta misión–, es el comandante Moreta, que presume de que con el equipo de pilotos que dirige, bajo el mando del capitán Forner, desde los oficiales y suboficiales más jóvenes hasta el subteniente decano del grupo, puede dormir tranquilo. También gracias a la labor del equipo de mecánicos, que manda el capitán Begines y que logra que los Cougar estén operativos en condiciones tan extremas. Cada hora de vuelo, recalca Begines, lleva cuatro de mantenimiento.

Deshacemos el camino y volvemos al atardecer a Al Asad, donde vamos a pernoctar hoy. Damos fe: mientras el aire que entra por las puertas abiertas del helicóptero le azota a uno la cara, resulta hipnótica la visión encendida del desierto iraquí.

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