Los arrozales andaluces se han quedado en barbecho a causa de la sequía. Los agricultores solo han sembrado el treinta por ciento de sus tierras para, al menos, poder cubrir los gastos y no tener pérdidas. La ausencia de lluvias hace que no arriesguen a cultivar más aunque este no es el único inconveniente. El problema también está en el alto nivel de salinidad que tiene el agua que riega sus cultivos. La sal asfixia a la planta, bloquea sus raíces y la debilita dejando sus espigas sin apenas grano. Prevén que, este año, cada parcela produzca tres mil kilos menos de arroz. La desdicha de un campo sediento.
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