Yori, un pedacito de Corea en Las Canteras
Una familia originaria de Busan convierte su sueño y su cultura en un pequeño restaurante delivery que transmite tradición, esfuerzo y amor a través de la comida
Un lugar diferente se esconde en la calle Alfredo L. Jones. En un local pequeño pero eficiente se encuentra Yori —que en japonés significa «comida»—, un restaurante de comida delivery mediante el cual sus dueños buscan ofrecer a sus clientes mucho más que platos exquisitos: una forma de acercarles su cultura natal.
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En los fogones se encuentran Micaella y Gabriel, el alma del negocio, trabajadores incansables capaces de transmitir cariño y dedicación a través de cada receta. Una historia de amor y un sueño compartido los trajeron hasta aquí hace cuarenta años, y hoy se materializa en Yori.
Procedentes de Busan, la segunda ciudad más grande de Corea del Sur, llegaron a la isla con el deseo de prosperar y brindar a su familia una vida mejor que la que dejaron atrás, marcada por la pobreza. Fue precisamente esa experiencia la que los llevó a decantarse por la gastronomía como medio de vida en Gran Canaria. La comida es mucho más que sustento para ellos, es una forma de entender la vida, de relacionarse y, sobre todo, de agradecer.
Aunque comenzaron trabajando en el puerto de la ciudad, fue hace tres años cuando decidieron unir el indudable talento culinario de Micaella con mucho esfuerzo y valentía. Llevaban tiempo soñando con ello, y aprovecharon el auge de la cultura coreana —impulsada por fenómenos como el K-Drama— para emprender. Su hija cuenta con orgullo cómo sus padres, en un momento de incertidumbre, supieron salir adelante: «Fue una desesperación de qué hacer, qué hacer… Y lo único que se les ocurría a mis padres era la gastronomía».
El negocio se mantiene en formato delivery. La idea familiar siempre fue tener un proyecto pequeño, manejable para ambos, ya que su dominio del idioma no es perfecto. Son sus hijas quienes los ayudan a comunicarse con clientes o proveedores cuando es necesario. Por eso, nunca se han planteado ampliar el negocio ni alquilar un local más grande para ofrecer servicio en mesa. En cambio, trabajan con dos plataformas: Uber Eats y Glovo.
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En sus inicios, la clientela estaba compuesta principalmente por extranjeros, atraídos por la cercanía a la playa de Las Canteras y los numertosos hoteles que se encuentran a su alrededor, además su conocimiento de la cultura coreana era mayor hasta hace unos años. Sin embargo, poco a poco han conseguido despertar la curiosidad y el interés de los locales grancanarios, que, según ellos, «quien prueba, repite».
Autenticidad en cada plato: el sabor de Busan en la isla
El producto casero y de calidad es el ingrediente esencial de sus platos, que esconden más de un secreto inconfesable en la cocina de Micaella. Las verduras y la mayoría de las materias primas son de kilómetro cero, productos locales y canarios, ya que resulta complicado importar ingredientes frescos desde su país natal.
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Para compensar, todas las salsas y elaboraciones se preparan desde cero, garantizando la autenticidad y el sabor genuino de la gastronomía con la que Micaella, Gabriel y sus hijas crecieron.
El pollo frito, su producto estrella, se cocina dos veces para lograr la textura y el crujiente perfectos. Lo acompañan con lo que ellos llaman los «Tres Jang» —término que en coreano hace referencia a la salsa—, elaboradas artesanalmente con sal, agua y soja o pasta de chile fermentada. Esta combinación constituye la esencia del característico sabor coreano. Como guarnición, los comensales pueden elegir entre papas fritas o arroz, acompañados siempre de col encurtida.
Otra de sus elaboraciones más solicitadas es el bowl de arroz, preparado al estilo tradicional coreano y acompañado de huevo frito, seis o siete variedades de verduras según la temporada y carne de ternera.
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Para quienes buscan una inmersión completa en su cultura, recomiendan probar las empanadillas de verduras, conocidas comúnmente como gyozas.
Conscientes de la creciente demanda de platos vegetarianos, han adaptado parte de su carta para ofrecer opciones que permitan disfrutar de un pedacito de su cocina, aunque, por falta de espacio, les resulta imposible atender a personas con intolerancias o celiaquía.
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Su historia, sin embargo, no termina aquí. Este mismo fin de semana ofrecerán sus servicios en una recepción del Consulado Coreano, donde presentarán algunos de sus platos más tradicionales y representativos.
Aunque llegaron a la isla con una idea muy distinta, la vida los ha llevado a cumplir una misión clara: mantener viva la esencia gastronómica de su cultura, una tradición que han honrado con trabajo, dedicación y mucho corazón, pese a las dificultades.
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