El Bufaero: la familia Medina convierte un «local maldito» en un templo del pescado a la brasa en Telde
Tradición familiar, producto local y brasa como sello: así es como nace en Playa del Hombre un nuevo referente gastronómico en Gran Canaria
Paula F. Rodríguez-Borlado
Las Palmas de Gran canaria
Jueves, 21 de agosto 2025, 22:46
Por la sangre de los Medina corre la hostelería desde siempre, pero ha sido la unión de cuatro miembros de la familia —Diego Medina, Jorge Medina , Antonio Medina y Susana Pimentel— la que ha dado vida a El Bufaero, un restaurante ubicado en la calle Pío Baroja 52, en Playa del Hombre (Telde) que ha irrumpido con fuerza en la escena gastronómica de Gran Canaria.
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El proyecto, nacido del «sueño de toda la vida» de su padre, combina tradición, producto local y un sello familiar que se respira en cada detalle. El nombre no es casual: rinde homenaje al Bufadero, el fenómeno natural que caracteriza la costa donde crecieron.
El local, con sus grandes ventanales abiertos al mar, se inunda de luz natural y de la brisa oceánica. La decoración, de inspiración mediterránea y marcada por toques originales, crea un ambiente fresco, cálido y genuino que invita a quedarse. La madera trabajada a mano, los objetos con historia y los guiños al entorno convierten cada rincón en un relato propio.
La ley del producto
En un entorno acostumbrado al pescado frito, los Medina han apostado por una propuesta distinta: todo a la brasa. «Estamos muy mal acostumbrados a comer pescado frito. Aquí no los van a encontrar, respetamos la ley del producto y el sabor original», explica Diego Medina.
La carta fija es breve, pero se complementa con una pizarra diaria de sugerencias en función de lo que traen los pescadores: lapas, almejas, navajas, mero o mejillones. La temporalidad manda: «Un pescado de verano no se puede servir en invierno, porque no lo hay. Habría que traerlo de fuera y perdería calidad», defienden.
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El plato estrella, el pescado a la brasa, se selecciona «a dedo», como insiste Jorge Medina, que subraya: «No trabajamos cualquier cosa que nos traigan. Hay pescados que la brasa te los quema o te los estropea. Nosotros sabemos cuáles funcionan».
Una experiencia más allá de la mesa
Más que un restaurante, El Bufaero busca ofrecer una experiencia completa. A la propuesta gastronómica se suma una coctelería pionera en la zona de Telde y un ambiente cuidado con música, atención cercana y espacios diferenciados: barra, mesas altas para el aperitivo y un comedor que mira al Atlántico. «En Gran Canaria ya casi solo existen comedores: vas, comes y te vas. Nosotros queremos que la gente disfrute del día aquí», apunta Diego. Y lo están logrando: algunos clientes llegan a mediodía y se quedan hasta el cierre.
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El precio medio ronda los 30 euros por persona, con producto fresco, de calidad y sin artificios: pescado limpio con ajo y perejil, carnes, ensaladas o papas con mojo servido aparte.
Jorge, el artesano del sueño
Si la cocina marca la diferencia en los fogones, el sello de identidad del local está en su decoración, fruto de la creatividad y empeño de Jorge Medina. Carpintero improvisado y «muy mañoso», como él mismo se define, construyó la barra, la contrabarra, la vinoteca —una antigua pajarera de su padre—, las lámparas cosidas a mano e incluso rescató un remo, pintado después por su tía, que hoy cuelga en el comedor. «No quería un copia y pega de otro sitio, sino que la gente entre y diga: ¿pero y esto qué es?», asegura.
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El resultado es un espacio mediterráneo, luminoso y acogedor, donde cada objeto tiene un lugar y cada rincón refleja la dedicación de una familia que quiso diferenciarse creando algo único.
Boca a boca y mucho trabajo
El restaurante abrió hace apenas un mes y ya cuenta con clientela fiel. Familias, parejas y grupos llenan el local cada semana, impulsados principalmente por el boca a boca, ya que los Medina admiten no ser todavía muy activos en redes sociales. «Estamos reventados de trabajar», dicen entre risas.
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La ilusión, sin embargo, compensa el esfuerzo. «Ahora mismo vamos a velocidad de crucero. Cuando lleguemos al punto que queremos, va a ser el mejor restaurante de la isla», afirma Diego, convencido de que su Bufadero se convertirá en un referente gastronómico de Gran Canaria.
Los sabores que definen la carta
La propuesta de El Bufaero no se limita al pescado a la brasa. La carta incluye platos que combinan tradición familiar, producto local y un sello propio que los diferencia del resto.
Entre los postres destaca el carpaccio de piña, elaborada con fruta de El Hierro que se congela, madura lentamente y se sirve laminada con un «picadito» de fresas y miel de La Gomera. Un bocado fresco y digestivo que, según cuentan, se ofrece a quienes creen no poder comer más, pero siempre encuentran un hueco para probarlo. «Está teniendo muy buena aceptación», reconocen.
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En la parte salada, los gambones a la brasa y la ensaladilla familiar ocupan un lugar especial. Esta última es una receta transmitida de generación en generación, desde la bisabuela hasta los actuales propietarios, con el secreto de una cebolla cortada muy fina que marca la diferencia.
El gofio tiene también un papel protagonista con dos versiones: el tradicional de pescado, reinterpretado, y una apuesta más innovadora, el de pulpo.
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Para acompañar, han sustituido el habitual alioli por una mantequilla casera con cebolla encurtida, perejil, limón, aceite de oliva virgen extra y sal marina de las salinas de Arinaga, un producto natural y sin tratar. Toda la sal que utilizan procede de allí, en su versión de cuatro picos, lo que aporta un toque singular a cada preparación.
La brasa es también la base de otros platos muy celebrados, como el pulpo —del que un cliente aseguró que no probaba uno igual desde hacía 30 años— o el calamar, ambos alejados de la fritura habitual.
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Entre las especialidades sobresale el mero a la donostiarra, cocinado con la técnica de los «tres golpes», en la que se aprovecha la propia grasa de la brasa y se combina con aceite de oliva. Se sirve con una ensalada de col, vinagreta de mango y papas de Tenerife asadas a la brasa, coronadas con mojo y cilantro.
Una carta corta, fresca y rotativa, donde el respeto al producto y la búsqueda de la diferencia son la norma: «Si hacemos algo como el resto, intentamos mejorarlo», subrayan los Medina.
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