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La herida abierta entre los dos principales cabeceras políticas canarias que se autodenominan nacionalistas cristaliza en la pérdida de un escaño en Madrid para un movimiento identitario que, además, también fue castigado por un electorado polarizado por el ruido y la furia de la deriva centralista de estos tiempos.
Coalición y Nueva Canarias no fueron capaces de imponerse un acuerdo político para unificar una propuesta que aspirara a representar en las islas a Madrid con el músculo de ambas formaciones remando en la misma dirección y con el mismo punto de partida. Sí lo habían hecho en 2019, después de que ir por separado en los comicios de abril dejara a Nueva Canarias en tierra y sin poder rentabilizar el acuerdo de la subvención del 75% que incluso fue su eslogan de campaña.
Para este 23J bifurcaron de nuevo a sus respectivos electorados, y a pesar de tejer alianzas con fuerzas insulares y locales a granel por cada uno de sus lados, apenas lograron mantener el escaño de Coalición en la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Ese que hasta donde alcanza la memoria ha sido propiedad de Ana Oramas y en esta ocasión, a modo de relevo generacional, recae en Cristina Valido.
La simple matemática electoral afirma que si hubieran comparecido coligados las dos fuerzas del autonomismo electoralista canario hubieran sumado unos 146.000 votos; mientras que a la alianza de 2019 le fue suficiente con 124.298 sufragios para conseguir un diputado por cada provincia. Esta suma no deja de ser un ejercicio de ficción, ni garantiza que la unión de los votos de las dos fuerzas por separado hubiera dado el mismo resultado si hubieran comparecido juntos. Pero sí muestra que en la fuerte colisión identitaria en la que se maneja España el espacio para nacionalismos atomizados en Canarias no resulta rentable en términos electorales estatalistas.
La primera conclusión de Fernando Clavijo en el análisis en caliente de los resultados fue la de que el «nacionalismo está fuerte y será clave en la gobernabilidad de España». Coalición pierde un escaño a pesar de repartirse 80.000 votos en la provincia occidental y 33.000 en la oriental. La euforia en la sede de Coalición en Tenerife no podía ser compartida en la de Gran Canaria, donde María Fernández cayó quedándose como quinta fuerza en votos a 10.000 electores de Nueva Canarias y muy lejos, unos 20.000 de Sumar y unos 43.000 de Vox, con partidos que sí consiguieron un diputado por la provincia de Las Palmas.
A Fernández no le sirvió, como en su día a Quevedo no le fue suficiente lo del 75%, vender durante la campaña que ella había sido la que consiguió la gratuidad del transporte público en las islas. Ni tener la mayor presencia publicitaria en las calles de la provincia, como forma parte del libro de estilo de Coalición
CC mantendrá su presencia en Madrid, allí donde Ana Oramas supo amortizar muy bien sus discursos populares –o populistas– para acaparar minutos y lo hará ahora con la presencia de Cristina Valido, nacida en GranCanaria pero con una trayectoria política netamente desarrollada en Tenerife, para tratar de imponerse ese relato de periferia abandonada que tendrá que ajustar con la confluencia en el poder en las islas entre los nacionalistas y el Partido Popular.
Para Nueva Canarias el golpe es duro. Tras promover verbalmente una gran coalición nacionalista para estos comicios que no solo fue desoída por CC, sino que esta organización se adelantó sellando un pacto con una gran catarata de agrupaciones electorales y partidos de índole local, también pierde el peso en Madrid que le había dado la presencia de Pedro Quevedo en las últimas legislaturas.
El nacionalismo canario retrocede en las Cortes. De dos a uno y lejos de sus mejores días.
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