La revolución fintech trata de levantar el vuelo en España e internacionalizarse
Martes, 23 de marzo 2021
A pesar de la pérdida de posiciones experimentada el año pasado en la clasificación de potencias económicas mundiales, España es un país que se encuentra dentro del selecto club de las economías desarrolladas. Sigue siendo uno de los socios comerciales con el que comercian las principales potencias del mundo.
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Históricamente, el motor económico español ha reposado sobre cinco ejes: industria del turismo, industria de la construcción, industria agroalimentaria, industria automovilística e industria de los servicios. Pero el mundo ha cambiado, especialmente en los últimos tiempos, y la revolución tecnológica es ya una realidad omnipresente. Especialmente en su intersección con el sector financiero.
Estamos asistiendo a un verdadero cambio de paradigma y, especialmente entre los analistas financieros, no se habla de otra cosa. ¿Está la economía española ya implicada en este proceso de transformación económica? ¿Se está quedando atrás en la carrera por la nueva revolución tecnológica y financiera? A continuación, vamos a tratar de dar respuestas a estas preguntas tan importantes.
Una economía basada en industrias con bajo componente tecnológico
La economía española, hasta la fecha, parece haber apostado más por las industrias tradicionales que por las tecnológicas. Así, por ejemplo, destaca el gran peso que tiene la industria del turismo en el producto interior bruto nacional. Dejando a un margen los datos atípicos de 2020, 2019 cerró para la industria del turismo con cifras poderosas. En algunas autonomías, como Baleares o Canarias, el sector turístico aporta más del 30 % del total de puestos de trabajo. Y, a nivel nacional, supone nada menos que un 15 % del PIB.
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De cerca le sigue el sector de la construcción, con un 14 % del PIB y más de 80 000 millones de euros. Y a nivel de exportaciones se encuentran principalmente la industria agroalimentaria, con casi 40 000 millones de euros, y la industria de la automoción, con 15 000 millones. Se nota una ausencia de industria puntera a nivel de I+D, ¿pero significa esto que los agentes económicos españoles no apuestan por las actividades económicas basadas en los sectores tecnológicos y financieros emergentes?
La revolución fintech avanza tímidamente en España
Al contrario de lo que está sucediendo en otras economías desarrolladas (como la británica), en España parece que la revolución tecnofinanciera o fintech no termina de arrancar. Este sector agrupa todas aquellas iniciativas que combinan tecnología y productos o servicios financieros en una solución novedosa y atractiva para los nuevos consumidores digitales. Por ejemplo, pertenecen a esta industria los neobancos, las soluciones de financiación colectiva o las empresas de trading 100 % digitales.
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Salvo algunas excepciones, parece que la industria fintech española no termina de despegar. Se conocía a comienzos de año que apenas un 3 % del capital invertido en el continente europeo en 2019 fue a parar a firmas españolas fintech, según un estudio publicado por la conocida agencia de rating S&P. Pero, ¿cuál es el motivo de este escaso interés entre los inversores? Pues la cuestión normativa, fundamentalmente.
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Las principales voces del sector tecnofinanciero llevan ya un tiempo reclamando políticas gubernamentales que no solo dejen de obstaculizar el crecimiento de un sector tan disruptivo como este, sino que sirvan para potenciarlo al máximo. Debido a la naturaleza innovadora del sector fintech, los desafíos a nivel normativo son grandes. Por eso se reclama una ley sandbox que permita experimentar con modelos de negocio innovadores basados en este nuevo modelo tecnofinanciero dentro de un marco controlado, pero que facilite toda la libertad necesaria para el crecimiento.
Las empresas fintech españolas se enfrentan a pesos pesados internacionales
Pese a todo, ya comienzan a despuntar algunas iniciativas tecnofinancieras españolas, que tratan de hacerse un hueco en el competitivo mercado fintech mundial. Buscan internacionalizarse y competir con los grandes pesos pesados de este sector pujante en las economías más avanzadas del planeta.
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A nivel de bancos, por ejemplo, destaca Bnext, que en apenas un par de años se ha hecho con más de 400 000 clientes en España y ya sueña con plantarle cara al popular neobanco británico Revolut. Este último está ganando la batalla de la internacionalización, con más de 10 millones de clientes en todo el mundo, de los cuales más de un millón están en la Península Ibérica. Sin duda, es un paso en la dirección correcta de cara al crecimiento de la industria tecnofinanciera en España.
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Si miramos al pujante sector formado por las empresas fintech centradas en el mundo de las inversiones, vemos que comienzan a registrarse movimientos interesantes. Por ejemplo, la española Darwinex, que no ha parado de crecer en los últimos años, se atreve a mantenerle la mirada a actores veteranos como la fintech eToro, uno de los ejemplos más precoces de la revolución tecnofinanciera de las inversiones, fundada en Israel en el año 2007 y con una de las ofertas de instrumentos de inversión más completas del mundo. Es cierto que Darwinex se encuentra todavía muy lejos de las grandes cifras que maneja la empresa israelí de inversiones online, como los más de 15 millones de clientes de los que puede presumir, pero avanza en la buena dirección dentro de la revolución tecnofinanciera.
La industria fintech española, ¿seguirá la estela de las grandfes empresas nacionales consolidadadas?
A pesar de los ejemplos españoles mencionados en el apartado anterior, lo cierto es que la industria tecnofinanciera española está todavía en pañales. Pero esto invita más al optimismo que a otra cosa. Basta con echar la vista atrás a grandes empresas españolas disruptivas en su día, como Inditex, que pasó de un modesto taller gallego a tener una capitalización bursátil de más de 85 000 millones de euros, según los datos de eToro. Lo mismo sucede con bancos cotizados como el Santander, que pasaron de una base de clientes regional a una nacional, para lanzarse posteriormente a la conquista de los mercados internacionales. Por lo tanto, ¿por qué no ser optimistas dentro del sector fintech?
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Si miramos el caso del Santander, por ejemplo, podemos observar cómo fue creciendo poco a poco gracias a las compras y fusiones. Desde 1857, el crecimiento ha sido geométrico, pasando de ser un banco de comerciantes cántabros a una de las entidades financieras más poderosas del mundo. Poco a poco, el Santander fue creciendo y terminó fusionándose en los años 90 con el Banco Central Hispano. Las empresas tecnofinancieras quizá repliquen este modelo, a mayor velocidad por los tiempos que corren, y traten de crear sinergias entre sí. Así se pasaría del actual escenario de atomización a uno de pocos agentes hegemónicos. O quizá suceda a la inversa y los grandes bancos como el Santander terminen adquiriendo las fintech emergentes más prometedoras. En todo caso, el futuro parece brillante para toda la industria en su conjunto y el valor futuro de las fintech de hoy podría ser multimillonario en un futuro no muy lejano.
En definitiva, la industria española todavía sigue sumida en un cierto letargo con respecto a la revolución fintech. Otras potencias mundiales, como Reino Unido, le sacan ventaja a España. La economía nacional todavía depende de los cinco ejes tradicionales que la han vertebrado, con poca apuesta por el I+D en nuevos sectores como el fintech. La escasa inversión internacional y las dudas normativas tampoco ayudan. Pero, pese a todo, comienzan a emerger protagonistas fintech nacionales que apuestan por la internacionalización. Y, quién sabe, quizá ya hay algún Amancio Ortega o Emilio Botín trabajando entre bambalinas.
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