El fútbol y la guerra
JOSÉ ESTALELLA. Autor de 'Detrás del balón' y 'Además del balón, obras de las que se extraen estos relatos
El día de la final del Mundial de Alemania 74 entre el equipo anfitrión y Holanda -la Naranja Mecánica-, el jugador holandés más motivado no era Cruyff, tampoco Neeskens, ni Resenbrink, era el centrocampista Wilem Van Hanegem, futbolista del Feyenoord.
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Van Hanegem deseaba ganar aquel partido a toda costa, quería arrebatarle a los alemanes el momento de alegría en su propia casa.
Willem, además de las razones deportivas, sumaba una de mayor calado. En la II Guerra Mundial durante un bombardeo de la Luftwaffe, las fuerzas aéreas alemanas, fallecieron su padre y tres hermanos.
Para él era imposible olvidar el daño que le habían hecho a su familia y quería tomarse la revancha.
El resultado final favorable a Alemania, 2-1, le dejó muy tocado, no entraba en sus planes que no pudiera cumplir su deseo. Abandonó el Olímpico de Múnich con una enorme tristeza.
Cuando el mortal bombardeo que fulminó a su familia apenas tenía unos meses de vida pero lo tenía grabado a fuego. La derrota para él no era solo futbolística, no había podido vengar a los suyos, eso le importaba más que el título.
Willen vino al mundo en febrero de 1944, pocos meses después Alex Villaplane abandonó esta vida. Quizás no les suene de nada su nombre, pero si leen hasta el final no creo que lo puedan olvidar.
Villaplane, que nació en Argelia en 1905, desarrolló toda su carrera futbolística en Francia.
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Era un centrocampista de una técnica notable y eso le llevó a la selección. Jugó 25 partidos y entre sus logros está el de ser el primer capitán de Les Bleus en un mundial, el primero de todos, Uruguay´30.
El hombre tenía una ambición un tanto desmedida por el dinero, y, durante su etapa futbolística, estuvo implicado en varios casos de amaño de carreras de caballos. También participó en el primer tongo de un partido de fútbol en Francia, fue condenado por ello y su prestigio ya tocó fondo.
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El estallido de la II Guerra Mundial, en 1939, le cogió cumpliendo condena, pues entraba y salía de la cárcel continuamente ya que para sobrevivir se había dedicado a los pequeños hurtos.
El capitán de Francia se había convertido en un vulgar ratero, pero lo peor aún quedaba por venir.
Alemania ocupa Francia y los invasores, por petición de Henri Lafont, un conocido criminal, excarcelan a varios delincuentes entre los que estaba Villaplane con quien había trabado amistad.
Nuestro protagonista, en lugar de enmendarse, eligió el otro camino, se enroló en las filas de la Gestapo Francesa, concretamente en un apéndice llamado BNA (Brigada Norteafricana) cuyo objetivo era desarticular a La Résistance y dar caza a judíos y gitanos.
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Villaplane aprovechó su posición de fortaleza ante sus compatriotas para estafar todo lo que pudo.
Engañaba a familias judías cobrándoles importantes sumas de dinero con la promesa de llevarlos a Portugal y así escapar de la barbarie. Cuando el dinero estaba ya en el bolsillo de Villaplane los delataba, aquellos pobres ilusos terminaban en el cuartel de la SS en París y luego... Ya se lo pueden imaginar.
Participó en la llamada Matanza de Oradour sur-Glane, en la que engatusó a 52 jóvenes, cobrando, por supuesto, que terminaron en un pelotón de fusilamiento tras ser sometidos a unas torturas terribles.
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Alex pensó que aquello duraría toda la vida, que Alemania ganaría la guerra y que para siempre tendría la vida resuelta.
Pero en 1944 el ejército alemán se retiró de Francia, la mayoría de los colaboradores huyeron, pero algunos, entre ellos Villaplane, permanecieron en París.
Además de villano, un osado, pensó que sus acciones no tendrían consecuencias.
Villaplane fue detenido y acusado de crímenes. Él lo negó todo.
Durante el juicio testificaron personas que aseguraban que Villaplane disfrutó el día de la matanza y que, incluso, apretó el gatillo para dar fin a la vida de diez personas.
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El Tribunal falló contra él, la decisión fue de pena de muerte.
La condena se cumplió el 26 de diciembre de 1944. Ese día, el primer capitán de Francia en los Mundiales pagó con su vida las tropelías que había cometido durante la ocupación alemana de su país.
Mientras Alex Villaplane hacía el mal, otros futbolistas intentaban sobrevivir a muchos kilómetros de París, concretamente en un campo de concentración en Kiev.
Algunos jugadores ucranianos llamados a filas, por edad, para defenderse de la invasión de las tropas de Hitler, habían sido hechos prisioneros por el ejército alemán.
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Los mandos del campo de concentración pensaron que era buena idea disputar un partido entre los futbolistas prisioneros, mal alimentados y en pésimas condiciones físicas, contra sus guardianes que estaban en plena forma. Se le denominó «El partido de la Muerte» y se jugó en Kiev en Agosto de 1942.
La historia se conoció muchos años después y llegó a Hollywood, a alguien se le ocurrió que aquella historia debía ser contada.
En 1981, casi cuarenta años después, se estrenó la película Evasión o Victoria, dirigida por John Huston, un director con un enorme prestigio. Hasta ese momento había conseguido un Oscar por El Halcón Maltés y nominado a mejor Director en cinco ocasiones.
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La película recrea, de manera absolutamente deformada, por amable, el Partido de la Muerte.
Huston aceptó la dirección del proyecto porque entre los actores-futbolistas estaba Pelé, con quien había trabado amistad en la etapa del brasileño en el New York Cosmos.
Además de O Rei, ya retirado pero en buena forma, otros exjugadores participaron en el rodaje, como Bobby Moore el mítico capitán ingles del Mundial de Inglaterra´66.
Para completar la plantilla de jugadores contrataron futbolistas internacionales en activo, el argentino Ardiles, el polaco Deyna, el belga Van Him.. Y también al inglés John Wark que esa temporada había sido elegido mejor jugador de la Liga Inglesa.
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El elenco de actores lo componían, entre otros, los europeos Michael Caine y Max Von Sydow, y lo culminaba el norteamericano, Sylvester Stallone, que se había hecho famosísimo con Rocky I y II.
La participación de Stallone era un gancho para el mercado americano. Ya era una estrella.
Los actores europeos jugaban al fútbol, pero Stallone no tenía ni idea y tampoco le interesaba, incluso en un diálogo al principio de la película lo pone de manifiesto, en un guiño de los guionistas -unos bromistas-.
Descartado que aprendiera a jugar, los guionistas encontraron la demarcación adecuada a sus inexistentes características futbolísticas. Jugaría de portero, así el balón no tendría que relacionarse con sus pies, solo con las manos. Aparentemente la mejor solución.
En la ficción el partido parece que finalizará con empate a cuatro pero, en el último minuto, se señala un penalti, inexistente, a favor de los alemanes, el lanzamiento les puede dar la victoria sobre los presos y salvar el honor.
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No cabía más emoción, última jugada, penalti injusto en contra, los carceleros contra los presos y un árbitro comprado.
Se resolvía la trama desde los once metros. Eso en la teoría.
En la realidad, se dispuso todo para rodar la escena en torno a la portería, en la silla de director la leyenda: Mr. Huston.
El equipo de rodaje en su sitio, lanzador y portero dispuestos.
En cuanto Huston da la voz de «¡Cámara!» «¡Acción!» se descubre el problema.
En la portería estaba Stallone y por más que le dijeran hacia donde le lanzaban el balón y la fuerza del chut «el gringo no la agarraba o no se tiraba de manera mínimamente creíble».
El rodaje de aquella sencilla acción empezó a demorarse más de la cuenta, a cada lanzamiento le seguía un «¡Cooooorten! Hay que repetir». ¿Cuántas veces?, Pues ¡34! le tuvieron que lanzar 34 penaltis para que Rocky detuviera uno con cierta verosimilitud.
Se pasaron un buen rato rodando aquel penalti, bueno los 34, pero en la peli solo aparece el bueno.
Los otros 33 no pasaron la censura del director y eso que tampoco entendía mucho de fútbol.
Los guionistas que se las prometían muy felices cuando le encontraron sitio debajo del larguero, se ve que no contaban con la impericia de Sylvester para atajar penaltis, aunque solo fuera uno de manera medio convincente.
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