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Robert Basic
Enviado especial. Sevilla
Domingo, 20 de junio 2021, 23:41
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Luis Enrique estaba sentado en su nevera azul y veía la vida pasar, los minutos y las ocasiones falladas. Una, otra, y otra y una más. El guion del choque ante Polonia estaba escrito con la misma letra con la que se redactó el empate frente a Suecia, bien argumentado pero falto de desarrollo y broche final. La selección tampoco pudo con la tropa liderada por Robert Lewandowski. Tuvo balón y control, pero estaba desprovista de veneno en los metros finales. Si contra los nórdicos remataron la friolera de 17 veces, ante los centroeuropeos pararon el contador en 12. Solo ha valido para marcar un gol, el que hizo Álvaro Morata ante Wojciech Szczęsny a pase de Gerard Moreno, con quien forjó una interesante alianza, pero a partir de ahí todo fue un festival de fuegos artificiales. El problema de efectividad de La Roja es grave, crónico, un mal incapacitante en un torneo tan corto como la Eurocopa. El equipo necesita llegar muchísimo y lanzar todavía más para encontrar el premio del acierto. Y no siempre lo hace.
Desde el 3 de septiembre de 2000, cuando el técnico asturiano volvió a coger las riendas de España tras su trágico paréntesis familiar, la selección ha disputado 14 partidos entre la Liga de las Naciones, la clasificación para el Mundial, la Eurocopa y los amistosos. Pues bien, en cuatro de ellos se ha quedado sin marcar –Portugal (dos veces), Ucrania y Suecia– y en seis solo lo ha hecho una vez. Pero hay más: en estos 1.260 minutos de juego –más el tiempo añadido–, La Roja ha completado un total de 222 remates, lo que significa que necesita lanzar 10,5 veces para anotar una diana. Demasiados intentos en busca de un premio que tarda en llegar y que en La Cartuja todavía se hace esperar más. ¿Por qué? Porque entre Suecia y Polonia, sus dos primeros rivales en el Grupo E, el combinado nacional ha totalizado 29 disparos, lo que arroja una media de 14,5 para lograr un solo acierto en tres horas de fútbol. Si quiere seguir adelante en el campeonato, el equipo está obligado a mejorar su ratio de efectividad.
Pudo verse con claridad ante Polonia. España tuvo una posesión del 69%, remató 12 veces y dio 758 pases por los 236 de su rival, y aún así apenas consiguió colar una vez su superioridad entre los tres palos defendidos por Szczęsny. Encima el juez de línea anuló el gol de Morata por fuera de juego, que luego fue corregido por el VAR. Y no solo eso: los hombres de Luis Enrique disfrutaron de otras cinco ocasiones claras y fueron incapaces de sellar la victoria y el pase a los octavos de final. Gerard Moreno, el mejor de la selección con su titularidad como interior derecho, disfrutó de tres oportunidades inmejorables para poner tierra de por medio en el marcador y no encontró la manera de batir al meta de la Juventus. Ni siquiera de penalti, provocado por él mismo, que estrelló en el palo. Morata tuvo otras dos, una tras coger el rebote de la pena máxima y mandar la pelota fuera a puerta vacía y otra después de una buena asistencia de Sarabia que se fue al limbo.
«Si contra Polonia jugamos igual van a entrar», dijo Pedri tras el frustrante empate contra Suecia. Estaba equivocado. No entraron, al menos no en la medida en la que debían para garantizar un partido completo y pleno. «Trabajando así estoy seguro de que los resultados van a llegar», comentó Jordi Alba tras estrellarse la selección ante los centroeuropeos. Los internacionales se esfuerzan en transmitir mensajes positivos, de calma y fe en un futuro feliz, pero a nadie se le escapa que el equipo ha agotado todos sus comodines y que se ha asomado al abismo. Es verdad, una victoria en la última jornada contra Eslovaquia daría la clasificación y tal vez la primera plaza, en función de lo que ocurra en el Suecia-Polonia, aunque ganar exigirá un comportamiento impecable en los metros en los que se deciden los encuentros.
A Luis Enrique le queda una bala que no puede desperdiciar. En los últimos nueve meses, en los que ha firmado una tarjeta de 14 partidos, la selección solo ha perdido contra Ucrania (1-0). Cuesta ganar a La Roja, pero La Roja también sufre para imponerse porque el resto del balance se resume en ocho empates y cinco triunfos (35,7%). Y entre estos últimos figuran los duelos ante rivales como Kosovo, Georgia, Alemania, Suiza y Ucrania. No hay nada perdido en esta Eurocopa tan rara y diferente, limitada e imprevisible, pero el combinado nacional ha convertido un choque de una fase de grupos relativamente sencilla en una final. Eslovaquia ya tiene el tamaño de un ochomil y a Hamsik y Skriniar, sus hombres referencia, les han salido hasta los cuernos. Cada minuto que pase serán más grandes porque el miedo exagera el peligro y engaña los sentidos. Y los de España deben estar puestos en los metros de la verdad, donde toca tirar con bala y guardar la purpurina en el cajón, o en la nevera azul de Luis Enrique.
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