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Miguel Rellán, durante el montaje. C7

Crítica de teatro/ 'El maestro Juan Martínez que estaba allí'

Juan Martínez no estuvo aquí

Miguel Rellán no hace justicia al personaje ni la adaptación al magnífico libro de Manuel Chaves Nogales

Victoriano Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 20 de octubre 2025, 23:19

La vida del bailarín de flamenco y variedades Juan Martínez fue de película, para su desgracia y para la de su mujer, Sole, y habría pasado desapercibida si no se topa en su camino, cuando residía en París, el periodista Manuel Chaves Nogales. Cuando este burgalés le contó cómo había sido testigo directo y doliente de la revolución rusa, ya que se encontraba en ese país cuando los bolcheviques acabaron con el zarismo, el legendario reportero tuvo claro que su vida había que narrarla y con la maestría que le caracteriza escribió 'El maestro Juan Martínez que estaba allí', una crónica majestuosa sobre uno de los acontecimientos capitales de la historia de comienzos del pasado siglo XX.

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El actor Miguel Rellán se ha puesto en la piel de Juan Martínez para protagonizar un monólogo teatral con el que recaló el pasado fin de semana en el Teatro Cuyás. A sus 81 años se presentó solo ante el público, sin artificios, para dar voz y cuerpo a este artista que padeció las de Caín para salvar su pellejo en un país en llamas donde la población local y foránea moría de hambre, tifus y fruto de la violencia desmedida de todos los bandos. Esa era la teoría, porque a Juan Martínez no se le vio por el Cuyás. Rellán merece un respeto mayúsculo. Por su dilatada trayectoria y por atreverse, a estas alturas de su vida, a protagonizar un montaje de esta exigencia. Desde el principio se le vio algo dubitativo, falto de soltura verbal y gestual. Poco a poco fue cogiendo vuelo, pero sin que emergiera sobre el escenario el personaje. Se tenía la impresión de estar escuchando a un narrador solvente, no a un actor que daba vida a Juan Martínez mientras nos relataba su vida como si el público fuera Chaves Nogales.

Los pasajes humorísticos e irónicos fueron los más atractivos. Los trágicos y crudos, los más interesantes del relato original, carecieron de la intensidad esperada. A todo ello se sumó la escenografía, pobre, casi nula. El actor solo tuvo como apoyo unos juegos de luces mínimos, casi inexistentes a pesar de estar rodeado de focos, que ni siquiera intensificaron las emociones.

El escaso público que acudió al Cuyás sin haber leído el volumen de Chaves Nogales no pudo calibrar su valor. La adaptación obvia aspectos fundamentales. Sobre todo uno especialmente relevante. Cuando Juan Martínez aclara en varias ocasiones que no entiende de política, que no va con ninguno de los bandos en guerra, y que lo único que le interesaba era comer, vivir en paz y de su trabajo. Esa neutralidad y sinceridad agiganta su relato. Una pena.

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