Un momento de la presentación del libro, en la Biblioteca Insular. C7

La presión del pasado y el peso del presente

«La última producción poética de Oswaldo Guerra Sánchez hace realidad aquella sentencia machadiana de que la poesía es diálogo de un hombre con su tiempo».

Felipe García Landín

Sábado, 25 de noviembre 2023, 22:40

Todo poema es autobiográfico porque, al fin y al cabo, los poetas en cualquier tema que tratamos hablamos de nosotros mismos». Esta evidencia la recordaba ... Ángel Sánchez en la presentación de su último libro 'Cosas mías'. Lo acompañaba Oswaldo Guerra quien de forma indirecta defendía que lo autobiográfico supone tomar conciencia como escritor, ya que este se nutre del entorno y de la naturaleza que lo rodea para así colectivizar sentimientos y realidades. El poeta escribe desde la introspección sin ser ajeno a su tiempo y piensa el sentimiento y siente el pensamiento pues lo pensado es lo sentido, tal como escribiera Unamuno.

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La última producción poética de Oswaldo Guerra Sánchez hace realidad aquella sentencia machadiana de que la poesía es diálogo de un hombre con su tiempo. 'Amanecida y paseo del mago' nos recuerda que hubo un mundo anterior al nuestro, del que conservamos señales de un pasado que ha sido borrado o silenciado por un mal entendido progreso que nos hace consumidores compulsivos de la cultura de la aldea global. La memoria, esa facultad por medio de la que retenemos y recordamos el pasado, se parece mucho a un palimpsesto (manuscrito que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente para dar cabida a nuevos textos). Lo sabe bien el poeta que reúne recuerdos y datos personales de su vida, además de algunos acontecimientos históricos que el tiempo no ha conseguido disipar: «Acaso seamos solo/trocitos de ayeres sobrepuestos».

Se inicia este paseo del mago-poeta con la 'Vigilia' a modo de introducción para después, en siete partes, hacer un recorrido por la memoria y desmemoria en forma de autobiografismo. La vigilia es el estado de quien se ha visto imposibilitado a dormir, de quien ha pasado la noche en vela, aturdido por los recuerdos que se entremezclan en el tiempo y se confunden. El mago –con todos los significados, sin exclusión, que posee la palabra– sale de la cueva y nos invita a una aventura «aunque tuviera/ poco valor para»... Y nos deja en el misterio. ¿Aunque no cuente para la Historia, esa que se escribe con mayúsculas y en la que no aparecen los magos 'mahúros'? La cueva del mago, la cueva ancestral de la que todos venimos, posee un valor numinoso y acogedor como el vientre materno. La cueva es hogar, vida y sepulcro. Funciona en el subconsciente colectivo como centro espiritual y rodeado de misterio. La cueva, el barranco y el sol dando de lleno en el risco proyectan sombras en la memoria del poeta que se adentra en el presente. No le atormenta tanto la presión del pasado como el peso del presente, que diría el nobel santaluceño Derek Walcott. Así, una velada en el cine Sol del barrio de Schamann y «¿aquel hueco donde labora el proyeccionista?» nos lleva a la cueva. El mito de la caverna «para leer un trozo de historia en sus paredes impreso. Una orgía de haces que crean figuritas temblorosas». Y siempre la duda: «¿Qué es lo real, qué lo contado, qué lo recordado?» Para el poeta «la Historia vista desde acá es el Cuento» de las princesitas Dácil y Pocahontas – poesía y cine, pasado y presente–, pero el mismo cuento «para suplantar la memoria de los pueblos colonizados». La cueva es la memoria, pero hoy la cueva está trancada y la memoria silenciada. «Si no están en tu memoria/ hija/ no existieron ni existirán» los hechos y los personajes que nos han moldeado desde el nacer: el miedo a lo extraño, a lo extranjero, la pobreza, la hambruna, la emigración... Vida frente a Historia. Intrahistoria y microhistoria frente a la Historia para poder salir de la cueva y afrontar el presente. El mago y el poeta «en lucha inconclusa/ contra el olvido oscuro miserable». Oposición permanente entre lo antiguo y lo moderno, entre el campo y la ciudad, entre la oralidad y las redes sociales, la luz de la vela frente al sol.

El tono poético de este largo paseo del mago es de melancolía, que no llega del todo a tomar forma elegíaca, originada por el recuerdo de un mundo que se desvanece. La nostalgia ha funcionado históricamente como una forma de resistencia ante el alzhéimer colectivo impuesto por las mayorías dominantes. En esta amanecida del mago se oye el eco de la soledad y angustia de Alonso Quesada en su recorrido por las 'Tierras de Gran Canaria', en blanco y negro o en sepia. El poeta escribe desde la misma soledad, aislamiento y pesadumbre quesadianos. La inquietud interior se refleja en el mismo título con la amanecida del poeta, identificado con el mago, que no ha podido conciliar el sueño y se dispone a un paseo sosegado, sin determinar un lugar concreto al que llegar.

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Fernando Estévez González en su ensayo 'Guanches, magos, turistas e inmigrantes: canarios en la jaula identitaria' afirma que el mago, el maúro, representa «la encarnación de lo canario» cuya justificación se puede entender precisamente como una respuesta de una parte de la sociedad «a la amnesia social, que amenaza a las memorias colectivas ante el monopolio de la interpretación del pasado y la historia por los grupos dominantes». Pero, concluye con que «esta elevación del campesino como diacrítico étnico, como rasgo identitario, no es en absoluto una característica peculiar de la etnicidad canaria». Lo sabe bien el poeta que registra de manera sentida otros recuerdos que lo llevan a Gaza, a la vida en una favela o al país dogón en Mali. Aunque lo que se impone es la desmemoria: «Cada uno olvida lo suyo/a cambio de una golosina», pero al mismo tiempo «todos olvidamos lo de todos/lo común». El presente no puede ser la reconstrucción en falso de un mundo «donde las palabras pierden sentido/ ante la música que las enfrasca» porque «primero desaparece el futuro/ después el pasado luminoso/ y luego la lengua» y el pensar. Hemos pasado de la estética del piercing en la lengua al imperio de la estética de la glosectomía. Las modas hacen estragos y toca vigilia.

La película 'Nostalgia de la luz' del chileno Patricio Guzmán se cierra con estas palabras: «Los que no tienen memoria no viven en ninguna parte». Al final, frente al tono nostálgico se impone la elegía y sí, Amanecida y paseo del mago es una elegía por el presente. Lo que verdaderamente atormenta al poeta es el peso del presente.

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