Imagen del artista con una de sus esculturas. C7

Giraldo: un hombre de taller

El artista recientemente fallecido deja atrás un inmenso legado en las islas

Ingrid Ortiz Viera

Las Palmas de Gran Canaria

Viernes, 20 de enero 2023

Juan Antonio Giraldo Fernández de Sevilla (Ciudad Real, 1937-2023) era, como buen castellano, una persona introvertida. Incluso durante los años en que adquirió algo más de notoriedad, estuvo prácticamente desvinculado del círculo de la crítica cultural y quizás, por esa misma razón, se creía un autor olvidado.

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En cambio, es inevitable transitar por Gran Canaria sin toparse con parte de su legado, desde el monumento a la vela latina, hasta la restauración de las vidrieras de la Catedral de Santa Ana y del Teatro Benito Pérez Galdós, emblemas de la ciudad capitalina.

«Era un hombre de taller, no de pasillos, de decicación plena y absoluta a su trabajo», relata Antonio Almeida, autor que ha repasado la vida y obra del artista en una publicación que verá la luz próximamente, y donde también se recoge su retrato más intimista.

Su carácter, con un punto esquivo, estuvo marcado por dos factores. Para empezar, era una persona crítica, «que no se mordía la lengua» y eso pudo fraguar el rechazo entre algunos círculos. Por otro lado, la movilidad territorial entre sus tres residencias -el lugar donde nació, Villanueva de los Infantes, donde vivió, Las Palmas de Gran Canaria, y donde encontró a su mujer, en Finlandia- le impidieron profundizar en determinados vínculos afectivos, por lo que su tiempo libre lo dedicaba a su trabajo.

Pero esa disciplina no surgió de repente. Fue en uno de sus viajes por Francia y Ámsterdam, admirando la obra de Van Gohg, cuando le sobrevivo el pensamiento de que nunca alcanzaría tal destreza en la pintura y esa frustración fue lo que le llevó a explorar otros lenguajes artísticos que le acercaron a Auguste Rodin, Marta Pan o Constantin Brancusi.

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Giraldo se definía, así, como un artesano y explicaba su obra no con un patrón «racional» sino una forma instintiva, subjetiva. La inspiración la gestaba el propio entorno (sus esculturas se adaptaron a un momento en el que no había fundisiones) y de ahí que se considerara a todos los efectos un artista canario.

En esta línea, lo que más resaltaba era su carácter autodidacta, y todavía en sus últimos años se quedaba perplejo de la hazaña que es emerger de una familia pobre en el mundo artístico, sin academias ni profesores que lo formaran más allá de algún que otro curso de verano en su época adolescente. En una mirada atrás a su larga trayectoria y en la que, cuenta Almeida, «resucitó», esto era de lo que más orgulloso estaba.

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La muerte del artista coincide por otro lado con el año en que estaba prevista una exposición antológica en Caja Canarias de cara a diciembre.

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