Juan Antonio Mayor y su hijo pastorean con su pequeño ganado en la cumbre grancanaria. Cober

«Nosotros vimos el humo y ya corrimos con los animales»

El cambio del viento evitó que tuvieran que ser evacuados, pero la familia de Juan Antonio Mayor aún tiene el susto en el cuerpo

Ingrid Ortiz Viera

Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 13 de agosto 2020, 01:00

Juan Antonio Mayor vio muy pronto la humareda negra asomando por Artenara en el mirador de Degollada Becerra aquel sábado 17 de agosto de 2019 cuando salía de su casa camino a la cumbre. Hacia las cuatro menos cuarto ya el Cabildo había mandado los primeros helicópteros para evitar la propagación del que era el tercer fuego de la semana y que resultó el más destructivo. Él, aún con el susto en el cuerpo y los nervios a flor de piel, no quiso esperar la posible noticia de que tenían que ser evacuados. Afortunadamente, su familia no tuvo que moverse de Cueva Grande, pero prefirieron ser previsores antes que lamentar pérdidas.

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Este vecino de la Vega de San Mateo posee un pequeño ganado de alrededor de 30 ovejas «por hobby», al que le suele dedicar gran parte de su tiempo libre. En apenas media hora desde inicio del fuego ya había una gran columna convectiva en Valleseco y, una hora después, Mayor supo de la evacuación de los residentes del Rincón de Tejeda, Cruz de Tejeda y el Parador. «Enseguida nos pusimos alerta porque por esta zona todo el mundo tiene ganado y el fuego estaba avanzando muy rápido. Estuvimos toda la noche a la carrera y con miedo de que fuera a más», explica. Con la ayuda de su familia, comenzaron a cargar sus vehículos y a bajar a los animales de la cumbre. No solo los suyos, también los de otros vecinos que pastorean por la zona. «Sólo nuestro ganado, que se suma todo el verano al de Naroy y El Cortijo de Caideros, que practican la transhumancia, suman unas 600 ovejas», apunta.

«En realidad, esta vez tuvimos suerte, porque a pesar de la sequedad y las altas temperaturas, el viento era flojo y cambió de dirección, por lo que no estuvimos tan cerca como con los otros», explica rememorando la virulencia del fuego de 2017. «Ese fue peor», asegura, «porque ya empezaba a amenazar a Las Lagunetas y nosotros estamos justo debajo». También fue el año en que falleció Carin Ostman por salvar a sus animales; una buena amiga de la familia a la que aún tienen muy presente. «Entonces también tuvimos que correr, pero ella terminó arriesgando la vida». La clave, dice, es tener precaución.

El fuego obligó a desplazar a más de 4.000 cabezas de ganado, devastó 1.300 hectáreas de suelo «rígido» e inutilizó varios pozos de agua

Por fortuna, cuenta Mayor, el incendio no les causó pérdidas materiales y todo quedó en un susto. Mientras, en el casco del pueblo, otros voluntarios y miembros de la Cruz Roja seguían preparados para recibir a los 2.000 desalojados de sus casas. Confiesa este vecino que, al cambiar el viento, pudieron «relajarse» un poco y se quedaron en casa pendientes, eso sí, de las devastadoras noticias.

En términos generales, el fuego obligó a desplazar a más de 4.000 cabezas de ganado, devastó 1.300 hectáreas de suelo «rígido», de las que tres cuartas partes eran pastizales y matorrales, e inutilizó los pozos de agua que abastecían a la actividad. Esto se tradujo en graves problemas para la producción local, puesto que muchos tuvieron que abandonar sus lugares de pastoreo. «De nuevo, la suerte estuvo de nuestro lado y casi no tocó nuestra zona».

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Un año después del trauma que supuso no sólo para los habitantes de la isla sino para la naturaleza, parece que la superficie quemada está prácticamente recuperada, pero continúa habiendo poco pasto. En parte por la desertificación, en parte por las cicatrices de las llamas. «Riesgo siempre hay» y, por ello, hay que estar prevenidos.

Un 'plan b' ante la posibilidad de un nuevo incendio

Frente a las condiciones de la cumbre grancanaria y la experiencia de los últimos años con el fuego, Juan Antonio Mayor asegura que tienen un plan secundario en caso de que no pueda evacuar a todos los animales en un futuro caso de incendio. Se trata de poner al ganado a salvo en la finca de los Llanos de Ana López donde vivía Carin Ostman, la residente de origen sueco que falleció en el fuego de 2017, precisamente intentando salvar a sus animales, y amiga desde hacía muchos años de la familia. Ahora Mayor se ocupa de mantener los terrenos limpios: «Si hubiera necesidad, los animales irían a esa parcela y avisaríamos a la Consejería de Medio Ambiente para que se encargaran de refrescar la zona».

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