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Parte del jurado. C7

Las mejoras cartas de amor, desde Murcia y Zaragoza

Al certamen organizado por Teguise se presentaron 220 misivas

CANARIAS7

Teguise

Lunes, 24 de abril 2023, 22:56

El pasado fin de semana se hizo público el fallo del certamen de cartas de amor y desamor que organiza Teguise. El jurado valoró 220 piezas.

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Ganó '¿Cuándo vuelves?', de Cristóbal Martínez Haro, vecino de Águilas (Murcia). Segundo premio, 'Don Cirilo', de Elena Navarro Asensio, vecina de Casetas (Zaragoza).

¿CUÁNDO VUELVES?

Querida mía, mi Sara, mi vida, mi alma, desde las entrañas de mi corazón,

Acabo de llegar a nuestro rincón de susurros, risas cómplices y caricias callejeras. El avión ha sufrido al tomar pista por miedo a dañar esta tierna tierra. He venido hasta nuestra casa sin prisas, paseando con cara de tonto saboreando cada esquina que llenamos con cariño y respeto. He pasado por Higuitos a saludar y a prepararlos para cuando llegues, también tienen ganas de verte. Al llegar a casa me he encontrado con un nido de golondrinas en el balcón, no lo voy a quitar porque sé que te gusta despertar con ellas y porque como tú dices, la vida trae más vida. Pronto desayunaremos en la terraza invadida por los chillones rosales y los desordenados jazmines, midiéndonos callados las jugarretas que nos hicimos la noche pasada. Está todo como lo dejamos, incluso resuenan todavía tus risas en el baño. Los cuadros torcidos de los pasillos por las carreras persecutorias llenas de cosquillas en busca de tierna venganza. Necesito saber cuándo regresas, contesta en cuanto puedas. Antes de que la tarde se despida entre bostezos me iré a pasear por el barrio, por el abrazo cálido y tierno de sus entrañables callejuelas, sus casas destiladas de pureza blanca, sus balcones repletos de salpicada y olorosa belleza retenida. Contaré geranios para ti y daré el resultado recostado en el oleaje de tu pecho. Dejaré suspiros con tu nombre colgados en cada balcón para que el amor se iguale en todos los corazones. El olor a mar y vida que juguetea por los callejones me despierta recorriendo toda la espalda y me trae tu cara revoloteando con tu pelo suelto y el vuelo coreografiado de tu falda. Dime cuando vuelves vida mía.

Y es que te sigo queriendo mi pequeña, sigo enamorado de tu risa contenida, para como tú me dices, no dejarla escapar toda de golpe y guardar una poca de toda ella para cuando lleguen los grises tiempos de la tristeza. Estoy deseando

verte bailar de nuevo la música que trae el viento, receloso de que su brisa te susurre y te haga más caricias de las que yo te hago. Hasta echo de menos cuando me riñes bailando porque me cruzo y pierdo de golpe la dignidad y el tiempo.

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Mañana iré a la playa, me sentaré apoyado en una barca y contaré las olas que faltan hasta tu regreso. Saltaré entre las piedras que lame el mar y soplaré a las húmedas rocas tu aromático nombre para que se lo repitan a otros enamorados que se duerman en nuestra dorada arena. Compartiré contigo el tibio y tierno sol almacenado en mi piel para contagiártelo poco a poco a través de susurros y caricias.

Dame una fecha, una hora, un segundo de tu retorno. Necesito restar con suspiros los minutos de tu regreso y el olor que te nace de la raíz de tu pelo, la esencia que destila tu cuerpo y el calor de tu presencia. Me haces falta amor mío, mis ojos te buscan por todas sus pintorescas calles como un lunático enamorado y yo soy su bufón acompañándolo en esta locura desordenada que eres tú.

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Mañana, cuando llegues, subiremos al mirador y llevaré una botella de tu vino amosquetado, el que como tú dices, te abre la risa y te libera el alma a base de risas aturdidas. Veremos morir a la orgullosa tarde entre espasmos de nubes y nos quedaremos esperando a las estrellas para contarles lo que nos queremos y ponerlas rabiosas de envidia luminosa. Dormiremos arropados por las sábanas que nos arroje la luna y juntaremos nuestros alientos en uno fuerte, cálido y duradero. Y es que te quiero vida mía y aquí en nuestro sitio, rodeado de lo nuestro, te espero.

Mañana, o pasado cuando llegues, podremos llenar nuestros pulmones de alegría cómplice y eterna. Nuestras miradas volverán a comprender sin hablar el extraño mundo que nos rodea. Tu sonrisa será la mía y juntas no podrá detenerlas nadie. Nos enfrentaremos de nuevo al despertar de la ácida envidia de los que nos quieren mal, será el triunfo de nuestro amor sobre todos los grises del mundo. Volveremos a ser nosotros y recobrar el sentido de esta vida intensa y efímera. Regresa mi amor, cuando puedas, sin prisas, de manera silenciosa y ajustada, pero regresa.

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Mañana cuando llegues pasearemos con las temblorosas manos sobre nuestros pasos, nos reiremos de la vida como niños divertidos que persiguen a las asustadas palomas que emprenden alocadas el atropellado vuelo. Ven pronto mi vida, solo me funciona medio cuerpo y el resto sufre irreparables heridas. Te deseo bañado en caliente amor y te necesito. Solo te solicito un segundo de tu presencia con risa mantenida. Tan solo te pido que seas tú y mil veces repetida desde la humildad de el amor más profundo. Enséñame la salida del callejón de tu ausencia. Explícame como vivir un día más sin tu aliento. Dale forma a mi soledad. Vuelve.

Allá donde quiera que estés en tu infinito vacío, te estaré queriendo. No te dejaré abandonada en el océano de las sombras y el olvido. Nadie sobrevive mucho tiempo con el corazón arrancado del pecho. No se puede vivir sin tu aire porque tu ausencia lo llena todo de más ausencia. Así, sin ti, no merece la pena vivir.

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Se despide todo lo que es tuyo. Te amo y te juro que iré pronto a encontrarme contigo para volver a juntar los dos fuegos que abrasaron todo, mi querida y eterna Sara.

DON CIRILO

Estimado Don Cirilo:

No se me haga el sorprendido, venga, que por la letra ya había adivinado quién soy antes de abrir el sobre. Efectivamente, Ricardo Ruiz Romero, Ricardito para los amigos, «el chico de las tres ´erres´», esas que tanto se le atascan al pobre Roberto, que, también, vaya nombrecito le pusieron sus padres, imagino que si llegan a saber que tiene ese defecto, que arrastra la «erre» hasta límites insospechados, le hubieran bautizado con un simple Juan, José o Antonio…digo yo. En fin, a lo que vamos, que hoy, a la señorita Carmen, con la excusa de las fechas venideras, o sea, del San Valentín de los co…de los corazones (aunque, según las malas lenguas, debido más bien a su alteración hormonal secundaria a los ojitos que le hace el nuevo profe de matemáticas), se le ha ocurrido la brillante idea de mandarnos escribir una carta a nuestro ser más amado, y, sí, así lo ha especificado, «a nuestro ser más amado». De antemano le pido perdón, porque imagino que ahora, tras leer esto, está empezando usted a hiperventilar y a sudar más que mi padre al ver una notificación de Hacienda, ¿cierto? Pero, tranquilo, Don Cirilo, no se me altere, que no es el director de mi colegio mi ser más amado, de hecho, por respeto a su persona, verá que al principio de la carta le he llamado «estimado» y no «querido», que eso ya me parecía pasarse un poco. Entonces, se preguntará, ¿a qué viene todo esto?, ¿es otra de mis bromas pesadas como la vez que le llené la corbata de chiclé y se le pegó a la camisa nueva que le había regalado su mujer, precisamente, por esta edulcorada fecha? Para nada, Don Cirilo, que yo, como la señorita Carmen y cualquier ser vivo con sentimientos, en el amor soy persona muy seria, y sólo quiero, a través de esta misiva (no sabía ni que se pudiera llamar a las cartas también de esta manera) decirle a usted y al mundo entero…que voy a repetir curso. Y, ¿por qué? Porque la chica más maravillosa de ese mundo entero que se está enterando de que voy a repetir estudia un curso menos que yo, y, como ella no puede subir, Ricardo Ruiz Romero, Ricardito para los amigos, «el chico de las tres ´erres´», en lugar de descender a los infiernos, lo mismo que el Dante ése que tanto nombra usted en sus discursos, descenderá de categoría académica para conquistar, a fuego lento, a su amada. Así que, anuncio y proclamo desde ya que voy a empezar a no dar palo al agua y a sacar las peores notas posibles. Y, para muestra, este botón, o sea, estas líneas que se merecen un cero pelotero.

Le advierto que no hay vuelta atrás y que no me subestime, pues nada ni nadie me lo va a impedir, ni tan siquiera la señora que me dio la vida, mi madre del alma. Que, por cierto, ya que estamos, ¿sería usted tan amable de anunciarle la buena nueva, como hizo el Arcángel con la Virgen María? Lo digo, sobre todo, por las posibles reprimendas, que valentía tengo mucha, sí,

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pero juventud también, y mi madre…uf, mi madre es clavadita a un miura, así que, si me hiciera ese favor, le estaría eternamente agradecido.

Y, como soy consciente de que a estas alturas se está devanando los sesos por saber quién es la afortunada que va a recibir tamaña muestra de amor («tamaña», otra palabra que he aprendido leyendo a escondidas las novelas de un tal, o una tal, Corín Tellado, que le encantan a «la miura»), sin más demora se lo voy a confesar. Piense, piense para sus adentros, para lo que viene siendo su casa, y…¡bingo! Sí, ésa, ésa, su querida hija, la niñita de sus ojos, es la afortunada, ¡qué suerte!, ¿verdad?

Bueno, que le dejo para que se tranquilice, respire y lo empiece a digerir con calma y sin prisa, que tiene todo el curso para asimilarlo, y yo…yo toda una vida para disfrutarlo…eso espero. Como espero un 0 igual de grande que la Basílica del Pilar, y lo de mi madre, por favor, lo de mi madre, que nunca me gustaron los Sanfermines.

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Sin más, me despido, mi estimado Don Cirilo…o, si me lo permite, mi estimado suegro.

El chico de las tres «erres»

P.D.: he oído que respirar en bolsas o guantes va bien para no marearse. De nada.

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