Un pueblo harto: «Sin seguridad y sucio»
Los aldeanos y aldeanas exigen que escuchen lo que piden y vean las necesidades que hay. Reclaman una mejor conciliación familiar, más guarderías y una mayor seguridad. «He tenido que dejar a mi hija con una vecina, no hay forma de conciliar con el trabajo en este municipio»
La Aldea de San Nicolás está harta, aburrida. No aguanta más. Es el sentir de muchos vecinos que ven como su municipio camina hacia atrás y como otros no paran de crecer y mejorar. «No me siento orgullosa, me siento triste, voy a Gáldar y estoy cómoda en las calles, aquí no me siento segura, está todo sucio, abandonado». Zaira Martín se casó con un aldeano y decidió hace siete años desplazarse hasta La Aldea. «Me gustaba el municipio para criar a mis hijos, pero estoy teniendo muchísimas dificultades para conciliar con el trabajo el cuidado de mis niños», confiesa esta vecina angustiada.
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La situación en el municipio es dramática. «Hay muchos robos, se esconden muchas cosas que pasan aquí, por la noche es un sitio muy inseguro, además la escasa presencia policial aumenta esta sensación. Zaira cuenta que hace algunos años le robaron en casa de su madre. «Denuncié, supe quiénes fueron con nombre y apellidos y a día de hoy sigo esperando por un juicio, siguen en la calle robando», afirma.
En esta misma línea, Toni Ramírez cuenta que hace varios meses sufrió un robo en su vivienda. «Cuando llamé a la policía tenían que venir de Guía o de Agaete, y ese individuo ya se había llevado toda la casa», señala este vecino con tono enfadado.
Toni lleva toda la vida viviendo en La Aldea de San Nicolás, tiene varios establecimientos en el municipio al oeste de Gran Canaria dedicados a la hostelería y a salones de juego. También echa una mano en uno de sus comercios en la cocina. «Ahora mismo mi político es quien lo haga bien, no me arrimo ni a un bando ni a otro». No obstante, este aldeano piensa igual que Zaira, «no hay seguridad por las noches». El empresario afirma que cuando cae la noche tienen que estar de brazos cruzados por miedo a los robos. Además, apunta que a partir de las 22.00 horas «no hay ningún guardia en el pueblo».
Por otra parte, la educación es un tema que cuando lo nombras, los aldeanos no pueden disimular su descontento. Zaira se desplazó hacia La Aldea por amor y porque vio un municipio bonito para criar a sus hijos, pero está muy descontenta con la educación que hay en el municipio. «Los colegios funcionan bien, pero lo hacen gracias a la dedicación de los directores y profesores».
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Esta vecina argumenta que ella ha visto con sus propios ojos a profesores «poniendo yeso o haciendo pinturas en las paredes». Del mismo modo, una de las grandes problemáticas del municipio tomatero es la conciliación familiar. «No hay escuela infantil pública, nos dijeron que empezaría su obra en enero y a día de hoy no ha comenzado», cuenta Zaira con gesto contrariado.
Esta aldeana tampoco entiende la situación con el curso de 2-3 años. «Los niños de 2 a 3 años les corresponde el colegio de La Ladera, pero los que viven en El Hoyo tienen muy pocas posibilidades de entrar porque están fuera del centro del municipio», explica Martín con gesto de incredulidad. La Aldea tiene previsto un programa piloto para niños de 2 a 3 años, pero solo cogerán a 18 niños y «han sido inscritos 19 niños». Por lo que, uno se quedará fuera. «No se está escuchando al pueblo, esos baremos se pueden aplicar en la capital grancanaria, aquí no debería, no tenemos más posibilidades», concluye Zaira observando con desapego la nueva remodelada plaza del pueblo.
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En este mismo lugar del pueblo se encuentra Silverio García, conocido por todos como 'Tito el negro'. Este vecino fue pintor y ahora está jubilado. «Ahora toca vivir», cuenta entre risas. Para este aldeano, la remodelación de la plaza del pueblo fue puro «postureo». García cree que está bonita, pero «la estructura que hay está para nada, no tiene ningún tipo de uso», explica.
Mientras se toma una cerveza fresca en el bar de Toni, Silverio mira a su pueblo con el sentimiento de ser «aldeano hasta la muerte», pero con la frialdad de admitir que no hay demasiado futuro en La Aldea de San Nicolás. «A las familias les cuesta llegar a fin de mes, los sueldos están muy bajos y la agricultura está muy mal pagada», apunta este vecino como cada día bajo la sombra que le da la sombrilla del bar del pueblo.
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La agricultura es otro de los temas que a los aldeanos les toca y de lleno. Toni Ramírez cree que está en absoluta decadencia. «No hay medios, no hay interés, los políticos deberían ir a donde está el problema, presentarse en la agricultura y ver qué es lo que pasa y cómo podemos ayudar», señala este empresario. «¿Qué más da si el pueblo está bonito? Si no hay agricultura, ni empleo, no sirve de nada», apuntala. Ramírez es de los que piensa que sin futuro no hay nada. «Veo cero progreso aquí, tienen que oír al pueblo, hay muchas mejoras por hacer, la juventud tiene que elegir quedarse aquí y no irse fuera», concluye este aldeano antes de irse de nuevo a la cocina.
La suciedad, otro problema
A apenas unas semanas de las elecciones, el municipio camina «para atrás, en vez de hacia delante». Los vecinos denuncian la suciedad que hay en prácticamente todo el pueblo. Según cuenta Zaira Martín, ella misma fue la que tuvo que barrer unos cristales en el suelo de la plaza. «Había niños jugando aquí y los cristales en el suelo, como si nada». Hace unas semanas, el olor a basura era «tremendo», señala esta vecina, angustiada con la situación en su pueblo.
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