Los rostros del barrio
Simón Padilla: La plaza es el mejor escenarioTafira Baja tiene en este joven actor un catalizador de la memoria y el espíritu comunitario. Con su llegada a la asociación vecinal se han reactivido las fiestas populares que exploran la convivencia entre vecinos
Simón Padilla desborda la ilusión del niño que fue cuando habla de los proyectos que tiene desde la asociación vecinal de Tafira Baja. Con solo 21 años de edad se ha puesto al frente de la Asociación de Vecinos Quilmes para, «desde la cultura», revitalizar un espíritu comunal que asegura ha decaído los últimos años.
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Por eso tiene claro que la plaza del barrio es el mejor escenario. Joven actor, allí dio sus primeros pasos. «Salía a jugar con mis amigos y allí montaba el espectáculo. Era Simón el vecino, también al actor porque interpretaba ante ellos y hasta Simón el mago, porque iba a jugar a la calle con el Magia Borrás y me ponía allí a hacer trucos de ilusionismo», dice.
Padilla es joven del nuevo milenio. Apenas 21 años. Pero la palabra «raíz» se le cae de la boca durante toda la conversación. Quiere que su barrio tenga el esplendor de los viejos tiempos, cuando su conexión con Argentina le convertía en la barriada de Quilmes, nombre que todavía lleva la carretera que baja ante la entrada del lugar.
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Apenas gasta un par de décadas de vida pero lo sabe todo de su barrio. Del de ahora, como es elemental. Del de antes por tradición oral. «Cuando yo era niño todo era muy diferente. Estudié en el Salvador Manrique de Lara, el colegio que se encuentra en estas calles. En mi infancia todo era entrañable, recuerdo la plaza llena de niñas y niños jugando. Eso es lo que queremos hacer con la asociación, ofrecer actividades para que la gente vuelva a salir a las calles», manifiesta.
En eso están él y el joven equipo que le acompaña en la Quilmes. Tafira Baja recupera este agosto su programa de fiestas. Habrá verbena, algo que no acontecía en esas calles desde 1997. «Me cuentan los mayores que las fiestas del barrio antes eran un auténtico espectáculo. Había festivales de rock, coches de choque... venía gente desde otros barrios a disfrutarlas. Eso se fue deshaciendo con el tiempo y ya con el covid desaparecieron del todo las comidas vecinales, por ejemplo. Tras muchos años con fiestas mermadas y este año hemos decidido revivirlas. Por eso el lema de este año es volver a las raíces y retomar muchas de las actividades que se hacían antes», comenta.
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La casa que oficia de sede de la asociación vecinal es una maravilla de otro tiempo. Con azulejo hidráulico en el suelo y una placa en la pared que recuerda y explica el vínculo entre el barrio y Argentina. Simón y los suyo se han afanado en darle forma. Para la vida comunitaria del lugar y para espectáculos como el que se volverá a vivir en octubre con la casa del terror.
Vocación teatral
Todo porque lo suyo con la interpretación fue un flechazo prematuro. Desde niño tiene claro que mostrarse ante el público es su gran motivación vital. «El veneno del teatro lo llevo dentro desde muy pequeño. Mi madre me llevó cuando apenas tenía tres años a la Sala Insular de Teatro a ver una representación de Cyrano de Bergerac y me estuve quiero durante toda la obra. Desde ese momento tuve claro que esa era la profesión que yo quería desarrollar en mi vida y en ello sigo, formándome para ello», comenta con una sonrisa que ilumina la sala como un claro de luz.
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Es un artista en constante proceso de formación. Interpreta y desarrolla proyectos con vocación profesional pero todavía continúa en ese momento de aprendizaje constante al que se suelen medir los intérpretes. «Me he estado formando toda la vida. He tenido la suerte de pasar por muchas manos, de gente muy conocida en este mundo en la isla. Por ello estudié bachillerato de artes escénicas, lo que me terminó de descubrir un mundo fantástico. Es impresionante todo lo que se esconde en Gran Canaria y lo que se puede aprender aquí. Ahora comienzo en la escuela de actores aunque ya tengo la suerte de participar en el mundo del teatro en la isla», expresa.
Esa vocación está presente en la actividad que la Asociación de Vecinos Quilmes realiza en el barrio. A través de un personalísimo proyecto que se ha ido expandiendo por toda la geografía insular. «Hace dos años cree una compañía teatral sin ánimo de lucro para dar una puerta a la gente que necesitaba prácticas teatrales. Y empezamos a hacer actividades, a ir a colegios. Tenemos dos proyectos grandes al año, una casa del terror en octubre y la de la Navidad en diciembre», señala orgulloso.
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Y ahí le da brillo de nuevo a la relación con Tafira Baja, su barrio. Uno de sus grandes proyectos escolares tuvo el cierre del curso precisamente en las aulas del Salvador Manrique de Lara, el colegio de su vida. «Fue muy emocionante ver a los niños felices y participando en las representaciones que hicimos», significa avanzando más ideas para su desarrollo.
Mientras la vida continúa en Tafira Baja, un barrio al que su famoso churrería ha situado en el rutómetro popular de la ciudadana, Simón Padilla sigue mirando la pizarra que preside el despacho de la directiva en la sede vecinal. Allí sigue imaginando el futuro de un barrio que vuelve a tomar la plaza. Ese que este año tendrá de nuevo fiestas para brindar juntos.
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